Maíz: en protección no todo es la vedette chicharrita

La protección de cultivos comprende el intento de cuidarlos de las amenazas de insectos, enfermedades y malezas. Desde hace tiempo las malezas resistentes son el gran dolor de cabeza de los encargados de tratar que los rindes de maíz estén lo más cerca posible de los rendimientos alcanzables en los ambientes en los cuales trabajamos. En cuanto a insectos, a las plagas más comunes en maíz, como chinches, cortadoras, cogollero e isoca de la espiga se le sumó la vedette de la campaña: la chicharrita.

Si hablamos de enfermedades no son pocas las existentes en el cultivo, pero siempre fue “vidriosa” su respuesta a la protección. Respuesta a los tratamientos que empezaron a tener un poco más de asidero en la medida que las fechas de siembra se fueron atrasando y las condiciones ambientales predisponentes para su aparición y persistencia se manifestaron con continuidad durante casi toda la campaña pasada. Los ensayos de esta campaña fueron contundentes en cuanto a los resultados en la aplicación de fungicidas en los maíces tardíos y las imágenes satelitales corroboraron las diferencias obtenidas.

La superficie de maíz tardío ha aumentado como estrategia para almacenar la mayor cantidad de agua posible en el suelo antes de la siembra. Esta técnica de atraso en la fecha de siembra ayuda a escapar de la alta demanda atmosférica de enero y permite que el período crítico del maíz ocurra en febrero, cuando la demanda atmosférica es menor y la probabilidad de precipitaciones es mayor.

Por el lado de las enfermedades, contrariamente a la creencia popular de que la roya afecta más a los maíces tempranos, esta puede aparecer en cualquier fecha de siembra si se cumplen estos tres requisitos: presencia del patógeno, condiciones ambientales predisponentes y un hospedante susceptible.

Resultados con fungicidas

Este verano observamos una fuerte presión de roya en materiales susceptibles sembrados en noviembre y diciembre. Gracias al monitoreo constante y a tecnologías como imágenes satelitales, detectamos una mejora en los índices NDVI de las parcelas tratadas con fungicidas en comparación con las no tratadas.

En el trascurso de la campaña, esta observación nos llevó a realizar un seguimiento más exhaustivo de esta situación sanitaria en el cultivo y empezamos a encontrar diferencias significativas en cuanto a quebrado y vuelco entre las parcelas tratadas y las no tratadas.

Las imágenes satelitales corroboraron resultados

Al examinar los tallos, encontramos una mayor presencia de patógenos como Fusarium-Giberella, Diplodia y Antracnosis en las parcelas no tratadas, mientras que en las tratadas la incidencia era mucho menor.

Se encontró una mayor presencia de patógenos como fusarium-Giberella, Diplodia y Antracnosis en las parcelas no tratadas, mientras que en las tratadas la incidencia era mucho menor

El seguimiento de estos tratamientos nos llevó a la conclusión que había una estrecha relación entre la alta incidencia y severidad de la roya y la posterior manifestación de patógenos asociados a la pudrición de raíz y base del tallo. Sabemos que la roya es una enfermedad biotrófica, que no solo reduce significativamente el área foliar, sino que también tiene un alto costo energético para el cultivo.

Esta situación, sumado a condiciones ambientales que hicieron que la roya prevalezca en el cultivo durante todo su ciclo, provocó una removilización anticipada de nutrientes en tallos y hojas, abriendo la puerta a otros patógenos como Fusarium y Diplodia, los cuales causaron un aumento notorio del vuelco y quebrado de plantas disminuyendo el stand a cosecha.

En las últimas semanas, hemos estado cosechando varios ensayos en conjunto con colegas que también analizan esta problemática, y los resultados en términos de rendimiento son sorprendentes.

Todos los ensayos mostraron una respuesta positiva al tratamiento fungicida, con incrementos de rendimiento que varían entre 500 y 2300 kg/ha.

Los resultados obtenidos esta campaña en siembras tardías subrayan la importancia del monitoreo constante en el cultivo de maíz y de considerar el uso de tecnologías como los fungicidas. La integración de estas prácticas puede marcar una diferencia significativa en la salud y productividad del cultivo, asegurando un mejor rendimiento y sostenibilidad a largo plazo.

Los autores son asesores

campo

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