Deborah García Bello. Si solo ves lo que salta a la vista, te perdés de una parte significativa

El arquitecto Charles-Édouard Jeanneret-Gris, conocido como Le Corbusier, decía de sí mismo: “Nunca pretendí ser más astuto que los demás, soy autodidacta, pero muy curioso, todo me interesa”. El prolífico escritor Isaac Asimov creía firmemente que la educación autodidacta es “el único tipo de educación que existe”. La española Deborah García Bello es licenciada en química, pero autodidacta en el arte. Algo que ella considera “un poco complicado”. Se especializó en investigar cómo los materiales pueden transformar la forma en la que apreciamos una obra. Se dedica a hacer divulgación científica para abrir esa especie de “tercer ojo” que permite ver el arte sin ser especialista e intenta enseñar cómo disfrutar de lo que ves de un modo desprejuiciado y con mayor integridad. Es conductora de un clásico de la Televisión Española: el show científico Órbita Laika. Su hermano (con el que se lleva 16 meses de diferencia) estudió bellas artes y prácticamente estudiaron a la par, se estimularon mutuamente de un modo muy natural. “Me sorprendió que no se les diera formación científica sobre qué compone a una pintura, cómo se fabrica –relata–. Saben cómo trabajar los materiales pero no la historia científica y la tecnología que hay detrás”.

No ha hecho una educación reglada en materia de arte, pero por su cuenta se ha convertido en una especialista en zarandear la ciencia y el arte de modo conjunto. “Es que están íntimamente relacionadas y se nutren mutuamente –explica García Bello–. Muchos de los materiales y técnicas que se usan en el arte ya existían o fueron un descubrimiento o un desarrollo científico que cubría una demanda de los artistas. La pintura acrílica fue un desarrollo químico que se produjo en los años 20 para satisfacer una demanda industrial, pero para el mundo del arte satisfacía una demanda de los muralistas para pintar a la intemperie y que su obra resistiese el paso del tiempo y los climas.

–¿Se convirtió, entonces, en una revolución artística popular?

–Así es, artistas como Jackson Pollock que pintaba utilizando la técnica del dripping, dejando chorrear pintura sobre lienzos, lograba un tipo de marca muy espectacular usando acrílico y no con óleo. Ciertas formas de hacer arte no hubieran ocurrido sin un cierto material. Algo parecido ha sucedido con la fotografía, su aparición hizo que la pintura se revolucionase. El impresionismo surgió en gran medida porque la fotografía ya plasmaba de forma fidedigna la realidad.

Artistas como Jackson Pollock, que usaba la técnica del dripping, forjó su estilo propio en base a la existencia de un material específico: el acrílicospatuletail – Shutterstock

–¿La ciencia satisface la demanda de los artistas o es a la inversa?

–El azul Klein surge de la necesidad del artista. El autor quería que cuando pintase la superficie al orear tomase el aspecto de un pigmento seco, pero sin perder intensidad, casi con un acabado de terciopelo azul, y ninguna pintura que existía hasta entonces podía darle eso. Yves Klein se puso en contacto con científicos para que desarrollasen para él un aglutinante para fabricar esa pintura.

–Usted habla de la semiótica en el arte, ¿a qué se refiere con ello?

–Muchos símbolos que podemos interpretar en una obra vienen de los materiales. Cuando aprendemos sobre ellos podemos apreciarla en otra dimensión. Los artistas los escogen por una cuestión simbólica. El hormigón simboliza algo en una obra, el bronce o el acero otra cosa. Los materiales se pueden leer, pero para hacerlo hay que tener conocimiento, saber la historia de ese material y por qué ese artista lo está utilizando como símbolo. Entender esa variable nos abre otras miradas sobre la misma obra.

–Acuñó el concepto de la poética de los materiales.

–Sí, porque hay una apreciación sensible de los materiales que no siempre hacemos. Muchos artistas no utilizan los elementos porque sí, porque les resuelven un problema, sino que algunos, sobre todo los contemporáneos, los utilizan porque hay una poética en ellos, hay un sentido, una sensibilidad, un significado. Me parecería interesante que las personas puedan empezar a integrar aquello que ven y comprender con ese sentido, ese significado. La belleza del material también está transmitiendo un mensaje, además del sentido general de lo que se ve de la obra. Aún si se desconoce de ciencia o de arte, las personas pueden apelar a su sensibilidad teniendo en cuenta este punto, porque les podrá crear una experiencia diferente respecto de lo que ven.

–Muchos miran el arte con temor. Sintiéndo que quedan fuera, que se trata de una disciplina para entendidos…

–Yo no había estudiado arte cuando comencé a detenerme en las pinturas. Aunque en casa hemos consumido arte de modo natural, cuando mi hermano Christian cursaba su segundo año de Bellas Artes, empecé a cuestionarlo desde mi propio conocimiento. Con la química aprendí a desarrollar una mirada atómica, una manera de observar que implica recorrer atentamente el mundo y los objetos, escudriñar las bellezas sutiles de lo diario, aquellas que en ocasiones las hemos visto tantas veces que terminan pasando desapercibidas. Aprendí a ser una especie de viajera dentro de mi propio barrio. Creo que ese es el mejor modo de plantarte frente al arte. Sin parámetros específicos de tendencias o de conocimiento académico. El arte no está hecho para los eruditos. Está hecho para todos. Lo que debemos ejercitar es esa forma de mirar como un aprendizaje. Contemplo el arte con la intensidad propia con la que me sumerjo en mi profesión. Si podemos acercarnos desde nuestros propios saberes, desde la mirada curiosa, nos encontraremos con la pura expresión. Aunque al arte se le presupone un vínculo obvio con la belleza, lo cierto es que para apreciarlo hay que mirarlo con atención y conocimiento. La química ilumina partes del mundo que de otra manera permanecerían en la oscuridad o, al menos, iluminadas con una luz diferente. Con ese prisma me acerco.

Para la autora, la clave del disfrute del arte está en ejercitar el asombro por las bellezas cotidianas MMD Creative – Shutterstock

–Para ver los materiales detrás de una obra, ¿dónde y cómo hay que poner el ojo?

–Hay que fijarse en ellos, hay que detenerse en la ficha técnica. Entender de dónde partió el artista y hacerse una idea personal de por qué habrá elegido esos materiales y no otros. Qué historia me quiere contar con su presencia. Cuál es su textura o su maleabilidad, su uso cotidiano, qué otras aplicaciones se le da a ese mismo recurso. Si solo ves lo que salta a la vista, la forma o el color, te estás perdiendo de una parte significativa de una obra que también está allí para ser apreciada.

–En su obra La química de lo bello invita a encontrar el arte en lo sencillo que nos rodea.

–Es que pensamos el arte como una obra realizada por un autor y expuesta en un museo. Sin embargo, la calle donde vivís, el pájaro que te despierta, el color diferente del amanecer todas las mañanas que anticipa cómo vendrá la jornada, el olor de las páginas de un libro recién comprado, las fotos familiares que están colgadas en la pared, el despertar de tu ciudad, el modo en que el almacén apila misteriosamente todos sus productos, los balcones con flores o los mensajes ingeniosos de los grafitis urbanos… Todas son piezas de arte cotidiano. Ejercitar el asombro por estas bellezas cotidianas es como descubrir un mundo nuevo dentro del que ya conocemos. Si dejamos de pasar de largo y encontramos extraordinarias a esas bellezas que tenemos al lado, comprenderemos que es posible bajar el arte de sus torres de marfil.

–Ha declarado que despreciar el arte contemporáneo está permitido. ¿Puede explayarse?

El arte de un momento es extemporáneo. El vulgo empezó a aplaudir al impresionismo un siglo después. Estás autorizado a que no te guste una obra, una puesta o una perfomance. Tal vez aún no estamos preparados para entender el mensaje que nos quiere transmitir. Quizás es una puerta a hacerte nuevas preguntas, a interesarte por las causas que llevaron al autor a presentar lo que ves, a conocerlo más de cerca. Creo que siempre cuando te enfrentás a algún tipo de expresión, sean las que te mencionaba antes respecto de lo cotidiano, o piezas de arte más tradicional o vanguardistas, de alguna manera te estás interrogando a ti mismo. Hay algo en tu propia persona que resuena. A veces es bueno bajar la guardia, dejarse imbuir por lo que se ve y simplemente fluir.

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