Al final, aquella profecía de Luis Caputo, que decía que el peso iba a empezar a ser la moneda escasa y que la gente iba a hacer circular los dólares, ya no parece tan alocada y algunos sectores empiezan a ver síntomas de la famosa «dolarización endógena».
Por lo pronto, en las agencias de viajes y turismo, el público minorista ya usa dólares «del colchón» para pagar, porque resulta mucho más barato que sacar la tarjeta y financiar sus viajes en pesos. Y se trata de un sector que ha llegado a registrar salidas netas de dólares por más de u$s8.000 millones al año.
«En este momento, el 80% de los clientes de las agencias vienen con los dólares en la mano. Casi que los únicos que emiten pasajes en pesos son los del sector corporativo», afirma un directivo de agencia.
Es claro por qué ocurre ese fenómeno: llevar dólares cuesta $1.135 en el mercado blue, mientras que pagar un pasaje de avión en pesos usando tarjeta implica un tipo de cambio de $1.626 -que surge de aplicar el 30% del impuesto PAIS más la percepción de otro 30% por el impuesto a las Ganancias-.
La situación es funcional al Banco Central, que así sacrifica menos reservas. Por cierto que esta carga impositiva para el turismo no es un invento del gobierno de Milei; más bien al contrario, lo que está ocurriendo ahora era algo que habían buscado obstinadamente por los funcionarios del gobierno anterior, que fueron progresivamente poniendo obstáculos a la financiación en pesos. ¿Por qué los viajeros pagaban antes en pesos y ahora lo hace en dólares? La gran diferencia es el nivel del dólar paralelo, que ahora está en niveles mínimos.
Hay ejemplos en otros rubros, como acaban de comprobar los miles de consumidores que batieron récords de compras en la última edición del CyberMonday. El evento de comercio electrónico generó un volumen de $490.000 millones, y buena parte de esas transacciones fueron pagadas directamente en dólares.
Para evitar los altos costos de lo recargos con tarjeta, se masificó la compra de dólar en el mercado MEP, lo cual permite cancelar las compras de bienes y servicios facturados en dólares, desde una propia cuenta dolarizada.
Y hay otras actividades que están en recuperación, en las que típicamente se usa el dólar como «lubricante» de la actividad. La construcción, en particular las refacciones y pequeñas obras son el ejemplo clásico. Y el propio Caputo festejó en las redes sociales el hecho de que en septiembre se haya registrado un incremento mensual de 2,4%.
En estos casos, un dólar paralelo cuya cotización cae actúa como aliciente para que los ahorristas se desprendan de los billetes «del colchón», ante el temor de una mayor desvalorización.
No necesariamente significa que estén haciendo un buen negocio: obviamente, es mucho mejor vender dólares para construir cuando la brecha del blue es mayor -hubo momentos en que se podía construir un metro cuadrado por u$s800, mientras hoy cuesta u$s1.300-. Pero todo se reduce a una cuestión de expectativa: si la gente cree que el blue seguirá en su lugar -o que seguirá cayendo-, entonces estará más dispuesta a concretar su inversión en vez de atesorar los billetes con la cara de Benjamín Franklin.
Y este es, precisamente, uno de esos momentos. A pesar de las críticas que recibe el plan económico del gobierno -y a pesar de que en los países vecinos se están devaluando las monedas-, hay una relativa confianza sobre la continuidad de la estabilidad cambiaria.
Dólar proveniente del blanqueo, soja y carry trade
Varios motivos confluyen para ello. Uno es potente pero de corta duración: el blanqueo de capitales, que inyectó u$s22.400 millones, según informó el propio Caputo. Y hay estimaciones de que esa cifra podría agrandarse, con la inclusión de otros bienes.
El otro motivo es menor en monto pero ayudará a atravesar todo el verano: un flujo comercial positivo, gracias a que los productores agrícolas, aun dejando ver su malhumor por las retenciones, continúan vendiendo a buen ritmo. Se estima que todavía quedan guardados -de la última cosecha- 20 millones de toneladas de soja, 14 millones de toneladas de maíz y 19 millones de toneladas de trigo.
Esto implica que, en las célebres silobolsas, hay mercadería por un valor superior a los u$s13.000 millones. Una cifra más que razonable como para que el gobierno siga reforzando las reservas del BCRA y resista presiones devaluatorias hasta que, en abril próximo, empiece la llegada de los dólares provenientes de la cosecha gruesa -para la cual se espera que el campo aporte otras 55 millones de toneladas de soja-.
¿Por qué los productores están vendiendo ahora, con un precio internacional deprimido y altos impuestos internos? Otra vez, la respuesta está en la mínima brecha existente entre el dólar paralelo y el tipo de cambio oficial. Cuando esa brecha se achica, mayor es el porcentaje del precio internacional que capta el exportador. Actualmente, lo que captan los sojeros es un 59% -el máximo posible es 67%, dado que las retenciones le sacan al productor un 33% del valor-. En los programas de incentivo de Sergio Massa se llegaba a un 50%, mientras que en los peores momentos de la gestión de Alberto Fernández apenas podían captar un 30%.
Finalmente, hay otro factor fundamental: la estabilidad cambiaria hace que, para los inversores resulte más rentable deshacerse de los dólares y buscar una ganancia de tasa -el «carry trade», en la jerga-, lo cual ayuda a la caja del Banco Central y retroalimenta la sensación de calma con el dólar.
Circulan los dólares que estaban en el colchón, como quería Luis Caputo
En definitiva, y parafraseando a Pepe Mujica, hoy se da el extraño caso de que Argentina está «embuchada de dólares». Tanto que empieza a ser un problema para los bancos el encontrarle un destino rentable a los u$s34.578 millones que quedaron depositados.
En los últimos días, se volvió a notar, igual que a inicios de octubre, un movimiento de salida de esos depósitos. Se trata de «blanqueadores» que, una vez cumplido su cometido, prefieren tener los dólares en la mano, sea para volver a atesorar o para hacer pagos en efectivo.
Pero lo cierto es que el grueso de ese dinero sigue en el sistema bancario. Resulta más barato hoy tomar un crédito en dólares que en pesos, pero hay que cumplir con el requisito de generar ingresos en divisas -una regulación que se impuso para evitar el trágico «descalce» de monedas que se generó con el fin de la convertibilidad en 2002-.
Hay consultores, sin embargo, que están recomendando a sus clientes vías indirectas de financiarse en dólares para aprovechar la oportunidad. Por caso, Salvador Di Stefano, muy escuchado entre los empresarios agrícolas, sugiere la emisión de pagarés en dólares con garantía de una Sociedad de Garantía Recíproca.
«El empresario se puede financiar en el mercado de capitales, a la tasa que más le sea conveniente. Si tiene ahorros en bonos y acciones, puede ponerlos como garantía para financiarse al 40% en pesos o al 2% en dólares», argumenta.
Y agrega que la peor decisión económica, en este momento, es quedarse con dólares en la mano, porque la cotización tiende a seguir bajando hasta la zona de $1.015. Su recomendación es usar los dólares para transacciones en vez de venderlos para hacerse de pesos. En otras palabras, lo contrario a lo que se ha hecho tradicionalmente.
Su argumento es que se está entrando en una época del año con mayor necesidad de pesos en la economía y que las empresas que no están dispuestas pagar altas tasas en pesos se financiarán con capital propio, vendiendo los dólares que tenían guardados.
«La oferta de dólares con una demanda inexistente nos lleva a que el precio del dólar arbitre a la baja. Si a esto le sumamos que hay una venta masiva de dólares que vienen del blanqueo, para transformar esos billetes en bienes registrables, casi que no tenemos piso para el dólar», señala.
Menos pesos, más dólares: el dato que destaca el Gobierno
De momento, los indicadores parecen darle la razón: la gente quiere tener más pesos. El informe monetario del Banco Central marca que en octubre la demanda de pesos aumentó su velocidad. El indicador M3 -que mide la base monetaria amplia- creció un 3% real en un mes. Y los créditos en pesos al sector privado también vienen creciendo fuerte: un 6,3% real en octubre.
En términos de PBI, esa base monetaria amplia está en 11,4%, lo cual todavía la ubica por debajo del nivel de hace un año.
El dato que destaca el gobierno es que ese aumento en la demanda de pesos ocurre en un contexto de inflación en baja, recuperación de la actividad económica y un flujo positivo de ingreso de dólares.
Es decir, condiciones que se acercan a las que el propio Javier Milei había identificado como las necesarias para el levantamiento del cepo.
En el corto plazo, los analistas tienden a pensar que la estrategia podría salir bien, aunque manifiestan sus dudas sobre hasta dónde ayudará el contexto externo.
Un reporte de la consultora LCG observa: «El gobierno, negándose a tener tasas positivas y confiado en que las expectativas cambiarias se mantendrán estables, acompañó este probable descenso de la inflación con una reducción en las tasas de interés (la de política monetaria pasó de 40% a 35% anual), con la idea de que serán otros factores los que ayuden a bajar el incremento de precios hacia valores más bajos». Pero recuerda que la situación de Estados Unidos podría volverse en contra.
¿Cuánto durarán estos buenos resultados para el Gobierno?
Como siempre, la pregunta es si todo se trata apenas de un fenómeno pasajero o si la economía está en un cambio de paradigma.
Por lo pronto, hasta los economistas más críticos ven chances de que la bonanza se prolongue. Marina Dal Poggetto, que suele poner la lupa en las dificultades para acumular reservas en el BCRA, explicó este punto.
«Si este escenario se extiende, se daría la situación de que es el financiamiento en dólares al sector privado el que financiaría en forma indirecta el aumento de las importaciones, un aumento derivado del intento de impulsar el consumo vía crédito doméstico con un dólar atrasado», argumentó la directora de Eco Go.
Y dijo flotando el punto que es objeto de debate en este momento: si se mantendrá o no el flujo de dólares ingresando al país. Es una discusión que se exacerbó después del triunfo de Donald Trump en Estados Unidos, porque mientras algunos ven allí una llave para destrabar la llegada de dólares del FMI, otros ven una huida de inversores que se refugiarán en el dólar y, para colmo, una caída en los precios de materias primas.
Lo cierto es que, por ahora, Toto Caputo festeja su momento: las cosas están saliendo tal como él las había predicho. Los pesos empiezan a escasear y sube la tasa crediticia mientras el dólar empieza a verse en algunos sectores como moneda de transacción.