La población argentina debía volver a las urnas apenas 11 meses después del triunfo de Alfonsín. La cita era para el domingo 25 de noviembre de 1984. No habría que elegir entre distintos candidatos. Las opciones se reducían a dos:
Sí: estoy de acuerdo con la negociación con Chile en el diferendo por el canal de Beagle.
No: no estoy de acuerdo.
Y en la previa del Referendum, el hombre con mayor olfato televisivo y político de la televisión argentina supo que un debate sobre el tema le daría rating, más popularidad y un aire de democracia que estaba necesitando para su perfil pro dictadura. Bernardo Neustadt propuso la contienda para el 15 de noviembre del ‘84 e invitó a los contendientes.
En una esquina, el senador Vicente Leónidas Saadi, viejo radical reformista de la Universidad Nacional de Córdoba (que fue parte de un crimen político sucedido en el patio del viejo Rectorado). Saadi, ya en Catamarca, se había hecho peronista y después quiso hacer el peronismo sin Perón y Perón lo canceló y muchos años más tarde, Saadi administró los fondos millonarios de los Montoneros pero ahora el caudillo catamarqueño era la voz del No, de los que no estaban de acuerdo con el arreglo al que había llegado Alfonsín con Chile.
En la otra esquina, Dante Caputo. Sociólogo egresado de La Sorbona, intelectual de renombre, el mayor cuadro de la izquierda alfonsinista y canciller argentino. Caputo se había peleado varias veces con Neustadt, a quien había llamado facho -Bernardo quizás estuvo de acuerdo- y ahora en la Casa Rosada, rodeado de todo el equipo de gobierno, aceptaba la batalla.
El domingo a las 9 de la noche en los estudios de canal 13 era la cita. 20 minutos para cada uno y después, los intercambios de 3 minutos . Al final, el alegato. Bernardo, opositor a Alfonsín, en ésta estaba de acuerdo con el gobierno pero no intervendría.
Caputo llegó una hora antes acompañado de José Ignacio López, vocero de Alfonsín y recordado por ser el periodista que se le animó a Videla en una conferencia de prensa. Atrás llegó Saadi acompañado por 36 personas, Herminio Iglesias entre ellos, todos con escarapela.
Apenas iniciada la contienda, todo el mundo supo que nada saldría según lo esperado. Caputo acudía a su formación intelectual y su voz solemne y seductora y Saadi lo interrumpía, no respetaba los tiempos, levantaba la voz y se enojaba ante el hablar pausado y pedagógico de su retador. Uno y otro daban la imagen de lo que representaban por entonces el PJ y la UCR
En medio de esas interrupciones, Saadi, hombre del Interior, acudió a los latiguillos que lo inmortalizarían. El notable chamuyo de Caputo fue, a partir de entonces, cháchara y sus explicaciones teóricas y sociológicas generaron las nubes de Úbeda.
En los cortes, los asesores de uno y otro se acercaban a los luchadores y les sugerían qué hacer. A Caputo le pidieron que se mantuviera en la misma línea. A Saadi no:
_ Don Vicente -le dijo uno-, sea más vigoroso, digale entreguista.
_ Digale cipayo.
_ Digale Caputo hijo de puta.
Neustadt le anticipó:
_ Senador, si usted insulta se acaba el debate.
Una vez consumido el tiempo establecido, los retadores no conciliaron sus posiciones. Caputo se retiró primero y en la calle, los seguidores de Saadi le gritaron, irónicamente, ¡Viva Suecia! Se querían referir a Suiza, el país que iba a intervenir si no había acuerdo entre los países. Saadi, más lento para retirarse, recibió el abrazo de Herminio Iglesias, quien le dijo:
_ Bien don Vicente, ganó.
Era la comprobación de que había perdido.