Timber Sycamore fue el nombre del programa secreto más caro de la historia de la CIA. La Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos entrenó y suministró armas a las fuerzas rebeldes que luchaban desde 2011 contra el presidente sirio Bashar al Asad. Lo autorizó el presidente Barack Obama en 2013. Ese mismo año, al Asad había ordenado atacar con gas sarín zonas controladas por la oposición en los suburbios de Damasco. Centenares de civiles, muchos de ellos, niños murieron de forma agónica. Obama había rechazado hasta entonces apoyar a los rebeldes, porque tenía dudas sobre quién tomaría el relevo si caía al Asad. ¿Serían los islamistas de Estado Islámico?
Al Asad aguantó ese año, y todos los siguientes, gracias al apoyo de Rusia (que bombardeó de forma despiadada las zonas alzadas hasta reducirlas a escombros) y al apoyo de soldados de las milicias libanesas de Hizbulá y de soldados de la Guardia Revolucionaria iraní. Alrededor de 600.000 personas han perdido la vida en el conflicto y más de cinco millones han huido del país.
Ahora, de pronto, por sorpresa, lo que los rebeldes no consiguieron en 13 años de lucha sangrienta, lo han logrado en tan solo 11 días de ofensiva con pocos disparos. El régimen de Bashar al Asad ha caído este domingo sin prácticamente oponer resistencia. El tirano sirio, que heredó el poder de su padre y había gobernado durante 24 años, ha huido. Los rebeldes han tomado Damasco. Los soldados del Ejército sirio se han quitado los uniformes y han desaparecido entre la población o han escapado hacia otras zonas. En las calles de la capital se escuchan disparos, pero son de celebración al aire, según las imágenes de los medios sobre el terreno. Se están abriendo de par en par las puertas de las cárceles donde se detenía, torturaba y mataba a los opositores.
¿Islamistas al poder en Siria?
Pero las dudas que tuvo Obama hace años resurgen ahora. ¿Quiénes son realmente los que han conseguido arrebatar el poder a más de medio siglo de dinastía alauí? ¿Qué futuro le espera a Siria? ¿Un estado teocrático como el que formaron los ayatolás en Irán tras deponer al también tiránico sha de Persia? ¿Una Libia en guerra civil eterna tras el derrocamiento de Muamar el Gadafi? ¿El Afganistán de los talibanes? ¿O, quizá, un régimen multiétnico en vías de democratización, como en Irak?
La ofensiva en Siria la ha liderado el grupo islamista suní Organización para la Liberación del Levante (HTS por sus siglas), heredero de Al Qaeda y que aboga por imponer la leu islámica y crear un califato en Siria. Se estima que tienen alrededor de 30.000 hombres en sus filas. Tenían drones y misiles de fabricación propia, y un gobierno consolidado en la zona norte del país, en Idlib.
“Es un grupo islamista sin ambages y ha sido su ofensiva en Hama, Alepo y Homs la que ha precipitado la caída de al Asad. Pero ha sido una obra colectiva. Los rebeldes del sur se han movilizado también y han sido los primeros en entrar en la capital, y los kurdos de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) han tomado todo el río Éufrates y han cerrado la frontera con Irán”, explica a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA Álvaro de Argüelles, experto en Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid. “Todo indica que HTS tendrá un rol preeminente en la transición, pero está por ver qué equilibrios de fuerzas resultan”.
Un líder en busca y captura
Su cabecilla, Mohamed al Golani, está en busca y captura por Estados Unidos, que ofrece una recompensa de hasta 10 millones de dólares por él. Sin embargo, está tratando de lavar la imagen del grupo y desvincularse de sus orígenes de yihad internacional. Al Golani dio este pasado viernes una entrevista a la cadena de televisión CNN. Asegura que su único objetivo era derrocar al régimen de al Asad. “La gente que teme nuestra forma de gobernar islámica o no la ha visto correctamente implementada o no la comprende”, dijo en la entrevista. Pretenden llevar a cabo una transición ordenada, asegura. Y cesar en las anteriores persecuciones de grupos étnicos. Prometen que los cristianos y otras minorías étnicas podrán vivir en paz bajo su Gobierno. Se han llegado a celebrar eucaristías en la zona que controlan de Idlib. La duda es si se trata de un cambio real de mentalidad o de una campaña de relaciones públicas.
¿Ha caído un tirano, y ha llegado un islamista? “El riesgo existe, porque hay un vacío de poder. Pero escuchando estos días a voces sirias laicas de minorías, están llorando de emoción. Y ellos saben mejor que nadie los riesgos que pueden existir”, apunta a este diario Haizam Amirah Fernández, profesor de Relaciones Internacionales en IE University y experto en mundo árabe. “Muchos en occidente siguen considerando a Al Asad como un laico defensor de minorías, cuando en realidad era un gobierno de gangsters y torturadores”.
Rebeldes apoyados por Turquía y kurdos
Está por ver quién gobernará Siria. Y los islamistas no son los únicos interesados. Porque esta ofensiva no habría tenido éxito sin el apoyo externo de Turquía al rebelde Ejército Nacional Sirio, el otro gran ejército que ha marchado sobre Alepo y Homs primero y Damasco después. Y Ankara ya está reclamando protagonismo e influencia en la nueva Siria sin al Asad.
Siria en realidad ha sido escenario no solo de una guerra civil tras el alzamiento popular contra al Asad en 2011. Ha sido también una gran guerra proxy con decenas de actores involucrados.
Los más importantes, del lado del régimen, Irán y Rusia. La fuerza de Irán, la gran potencia regional de la rama chií del islam, era quien conseguía mantener en el poder a la minoritaria dinastía alauí. Desde que se desató la guerra, Teherán ha enviado a soldados y oficiales de la Fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria. También han operado miles de milicianos de Hizbulá. Y, desde 2015, Rusia, sobre todo con aviones pero también con soldados de fortuna de la Wagner. La guerra de Israel contra Hizbulá y las tensiones con Irán han hecho que el régimen de los ayatolás ordenara retirarse gradualmente de Siria, según una información del The New York Times. Teherán debe centrarse ahora en su propia supervivencia. En unas semanas llega a la casa Donald Trump, que siempre ha tenido fijación con atacar al régimen iraní. Rusia, por su parte, debe sostener el esfuerzo de guerra en Ucrania.
Otro de los bandos es el de los kurdos de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), que han establecido una región autogestionada en el norte del país gracias al apoyo de su principal aliado, Estados Unidos. El problema es que los rebeldes apoyados por Turquía y los kurdos son enemigos casi irreconciliables. HTS ha tratado de tender la mano en varios comunicados en los que se enfatiza la pluralidad étnica de Siria, asegurando que tanto los kurdos como los drusos son parte del país.
Washington y Ankara serán clave en la gestión de ese enfrentamiento y, por tanto, en el futuro de la nueva Siria sin Bashar al Asad. No es descartable que se forme un gobierno de concentración nacional en el que haya reparto de poder entre las distintas facciones: los islamistas, los rebeldes laicos y los kurdos.
El principal reto de un eventual nuevo ejecutivo de transición va a ser conseguir apoyo internacional. Van a tener mucho que decir Turquía y Estados Unidos, pero también potencias regionales como Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí. O Rusia, “¿Tratará Putin de crear un reducto en forma de etno estado alauita en las zonas donde están sus bases en Tartús y Latakia, una suerte de Donbás 2.0?”, se pregunta de Argüelles.
También se ha producido un relevante terremoto geopolítico en el llamado Eje de la Resistencia, el bloque de grupos chiíes impulsado por Irán que iba desde Yemen hasta Líbano. Siria era la conexión entre Irán e Irak con Líbano. Ahora, ¿cómo le llegan las armas a Irán, con la frontera controlada por las SDF? Lo aprovechará Israel, en medio de su intento de reconfigurar la región.