Se consumó la farsa en Venezuela

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. / EP

No es que esperara otra cosa. Lo que pasa en Venezuela es de ver y no creer, un país que en principio lo tiene todo y de dónde la gente huye a puñados pues ya hay más de siete millones de refugiados en países vecinos; que hace elecciones y luego no respeta el resultado; que sus más altas autoridades están involucradas en el negocio de la droga; que nada en petróleo mientras la gente hace cola en gasolineras desabastecidas; que no tiene bastante con sus muchos problemas y se inventa una disputa sobre el territorio de Esequibo con su vecina Guayana; que para distraer al respetable adelanta las Navidades al mes de octubre y no me extrañaría que cualquier día Nicolás Maduro decrete que partir de ahora los venezolanos van a vivir en el siglo XXV…

Venezuela es un país surrealista. En España, algunos parecen tener envidia de este circo y organizan otro al dedicar 2025 a recordar con un centenar de actos el 50 aniversario de la muerte de Franco, cuando lo único a recordar para vergüenza nuestra es que no logramos echarle en 40 largos años y que se murió en su cama de El Pardo, porque en España no hubo ninguna revolución gloriosa como la de los Claveles en Portugal. Aquí no hubo ruptura sino transición, cuando murió Franco no pasó nada y Arias Navarro siguió gobernando como si tal cosa. Nuestra libertad no llega con la muerte del dictador, como pretende el gobierno, sino con las elecciones de 1977 y la Constitución de la reconciliación de 1978 gracias al rey Juan Carlos I, Suárez y Carrillo y no veo que Pedro Sánchez les quiera homenajear. Lo peor es que esta conmemoración no me parece inocente porque sospecho que busca desprestigiar la Transición para luego acabar con su obra, con la Constitución y con la Monarquía. Hasta han creado un Comisionado del Gobierno con rango de subsecretario y no-sé-cuántos asesores que nos van a costar un platal. Es otra farsa y no puedo estar más en desacuerdo.

Volviendo a Venezuela, Nicolás Maduro ha dado un pucherazo de antología para contra toda evidencia y sin mostrar pruebas decidir que ha ganado las elecciones y atornillarse al poder durante seis años más, hasta 2031, con el respaldo del Ejército. Las protestas y la consiguiente represión han causado una treintena de muertos y centenares de detenidos. Por su parte, el ganador, Edmundo González Urrutia, no se ha presentado en Caracas para disputarle la investidura como había anunciado que haría, sin que tampoco eso me sorprenda. Con una actitud poco gallarda, después de las elecciones de julio, que ganó, buscó refugio en el exilio que le ofreció España tras una extraña reunión en nuestra embajada de Caracas con jerarcas del régimen, entre whiskies y sonrisas con nuestro embajador y respaldo del expresidente Rodríguez Zapatero, gran valedor del chavismo. Luego, ya en la seguridad de Madrid, González Urrutia dijo que había sido coaccionado y si es cierto es muy grave que eso se haya permitido en una sede diplomática española. Esta es la segunda reunión rara que auspiciamos con venezolanos tras la aún más extraña visita nocturna a Barajas de la vicepresidenta Delcy Rodríguez, cargada de maletas de ignoto contenido y obviando el pequeño detalle de tener prohibido pisar suelo europeo. Confieso que no entiendo nuestra política con Venezuela.

El caso es que Edmundo González Urrutia dejó a Corina Machado sola ante el peligro, no regresó a Caracas cuando debía y ahora tiene crudo que el mundo le reconozca como presidente de Venezuela, escarmentados como estamos tras el papelón que hicimos con Juan Guaidó y tras constatar que lo más probable es que González Urrutia carezca de la madera de héroe que exige el momento actual. Ahora aumentará el aislamiento internacional de Venezuela y las sanciones a su régimen, mientras Maduro ha mostrado al mundo que es tan mal perdedor como Trump y no oculto mi admiración porque llegar a ese nivel no debe ser nada fácil.

Dice Corina Machado, que esa sí tiene lo que hay que tener y que ha permanecido en Caracas protestando en la calle mientras Maduro asumía de nuevo la presidencia, que González Urrutia regresará “cuando se den las condiciones adecuadas”, pero no es eso lo que hacía falta. La ópera bufa continúa en Venezuela para desesperación de un pueblo que la sufre en directo y sin anestesia.

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