Los mandos de bomberos admiten ante el juez que no tenían localizadas a las víctimas confinadas en el edificio incendiado en Valencia

Contradicciones, explicaciones con lagunas e incertidumbres. Y pesar por lo sucedido. La comparecencia ante el juez este lunes de cuatro mandos de los bomberos de Valencia que tuvieron alguna responsabilidad en la gestión del incendio de Campanar, en el que fallecieron diez personas que obedecieron la orden de confinamiento –entre ellas, tres menores de edad–, ha permitido aclarar solo alguna de las muchas dudas que continúan sobrevolando el caso y que llevará a las acusaciones particulares que ejercen las familias de las víctimas mortales a pedir nuevas declaraciones de más bomberos y nuevas diligencias.

Así lo ha confirmado el letrado Ignacio Grau, que representa a siete de las diez víctimas mortales, entre ellas la familia de cuatro miembros -los padres y dos bebés, un niño de 8 días y una niña de 3 años- que falleció encerrada en el baño de su casa, en la octava planta, la misma en la que se declaró el fuego, pero justo en el extremo contrario del complejo residencial, es decir, en la torre más baja, la de 9 plantas, a la que no saltó el fuego hasta una hora después de iniciado el incendio en la de 14 plantas.

Los cuatro mandos que han comparecido han sido uno de los dos cabos que subió al edificio en el primer momento -el primer vehículo autobomba llegó sobre las 17.48-, el sargento que llegó al mismo tiempo, un suboficial, que llegó a las 17.55 horas y el oficial de guardia aquel 22 de febrero de 2024, que tardó más de una hora en hacer acto de presencia porque, según ha dicho, estaba realizando inspecciones en el Saler por los incendios habidos en el parque natural y nadie le había advertido de la gravedad de la emergencia.

Una de las principales cuestiones que pretende dirimir la investigación judicial a cargo del juez de Instrucción 9 de Valencia es si hubo una actuación negligente que provocó el resultado letal del incendio o si, por el contrario, no hay responsabilidad penal, aunque la haya civilmente. En ese sentido, las familias exigen saber por qué se dio la orden de confinamiento (que la inmensa mayoría de los moradores del edificio desobedecieron, lo que les salvó la vida) y por qué no se rescató a las personas atrapadas cuando se dieron cuenta de que el fuego consumiría el inmueble.

La ubicación de las víctimas

En este sentido, con unos argumentos o con otros, todos admitieron que no conocían la localización exacta de las personas atrapadas en sus viviendas, ello a pesar de que el cabo, por ejemplo, ha admitido que uno de sus bomberos le dijo que había confinado a una familia en el baño de su casa «en zona segura». 

El suboficial, por su parte, ha llegado a afirmar que cuando los ocho bomberos que trabajaban en el interior decidieron abortar y salir del edificio «porque la escalera colapsó» (se refieren a que se volvió impracticable por la presencia súbita de mucho humo y calor), alrededor, estiman, de las 18.20 horas (coincide con el momento en que el fuego pasó del edificio alto al bajo por la fachada posterior), tuvieron que «reorganizarse y empezar de cero» porque los bomberos que habían tenido contacto con los confinados fueron llevados al hospital y el resto desconocía esos datos. 

También hicieron hincapié, cada uno con su argumentación, en que o no sabían en qué puerta o puertas estaban o si lo sabían, desconocían dónde se ubicaban las viviendas. Unos han dicho que los números de las puertas sí se veían y otros, que no.

Respecto de este último argumento, lo cierto es que el conserje del edificio, Julián, el ‘héroe’ que propició el desalojo casi completo del complejo antes de la llegada de los bomberos (entre las 17.20 y las 18.50, más o menos), seguía en el lugar y en disposición de hacer de guía aportando información y que varios de los confinados estuvieron manteniendo contacto casi constante hasta su muerte con familiares, amigos y, sobre todo, con operadores de la sala del 091 (Policía Nacional) y de la del 112. Y que esas personas dieron la información a los servicios de Emergencias desplegados en el lugar, cuestión esta que también sirve para rebatir el primero de los argumentos, el de que solo los bomberos trasladados al hospital sabían dónde había personas atrapadas.

Es más, el suboficial ha admitido que un policía nacional se le acercó para decirle que estaba en videollamada con Marta, la madre de los dos bebés. Eran las 18.36 horas. Varios de los mandos han admitido, además, que la escalera, la única existente en el complejo, ubicada entre las dos torres, volvió a estar practicable «a las siete o siete y diez», pero ya nadie subió a por los confinados.

Otro de los puntos no aclarados es por qué falló la primera escalera de altura desplegada para atacar el fuego desde la fachada, aunque todos coincidieron, de manera unívoca, en sostener que ese fallo no incidió en el hecho de que el incendio se volviese «humanamente inextinguible», ya que había una segunda escalera «que solo hubo que reubicar». Afirman que el retraso, como mucho, fue de entre 5 y 10 minutos (cada uno lo cifra de una manera), porque aún estaban cargando el tanque de agua conectado a su vez a un hidrante de la calle.

Por qué no usaron la columna seca

Dos cuestiones más. La primera, que trataron el fuego como «de baja altura» hasta que se propagó al piso de arriba, el noveno, porque, han afirmado, solo se considera incendio a gran altura a partir de la octava planta. Y la segunda, confirmaron que se limitaron a utilizar lo que ellos llaman medios propios, esto es, el sistema de mangueras de los vehículos conectado desde los camiones hasta el punto a tratar, en ese caso, la vivienda de la puerta 86. 

Y ello a pesar de que uno de los dos equipos que llegó en primer lugar llegó a montar la columna seca (el sistema de tuberías para uso en caso de incendio que tiene todo edificio de más de 24 metros de altura y al que se conectan los bomberos para evitar tener que desplegar las mangueras por todas las plantas) hasta el sexto piso (hay una boca cada dos pisos hasta el octavo y, a partir de ahí, en todas las alturas), pero nunca llegaron a utilizarla por razones que ninguno de estos cuatro mandos ha podido explicar.

Tanto Grau como los otros dos abogados que están en la causa como acusaciones particulares, Miguel Ferrer, en representación de la profesora de Filosofía del IES de Malilla fallecida en su ático, y Manolo Mata, por parte de la mujer fallecida junto a su hija adolescente de 14 años, pedirán ahora el informe completo que, al parecer, están elaborando aún desde la jefatura de Bomberos de València, casi un año después del siniestro.

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La declaración del sargento al mando dentro del edificio fue la más emotiva. El juez incluso le ofreció un receso cuando rompió a llorar. El bombero, que sigue de baja y tiene secuelas por quemaduras en ambas manos, confesó que piensa «cada día si se hubiera podido hacer algo diferente» y cree «que no». «Si hubiéramos tenido 20 minutos más…», lamenta.

Tanto él como el cabo relataron ante el juez la desesperada situación que vivieron. Al cabo lo encontraron sus compañeros desvanecido en la escalera, cuando bajaba a gatas, al tropezarse con su casco. De no haberlo hecho, probablemente «me habría muerto», dijo ante el juez.

«De pronto, cuando preparábamos el rescate de la familia, para lo cual necesitábamos cuatro bomberos nuevos y con las botellas llenas, la escalera se volvió impracticable», rememora el sargento, «se llenó de humo de repente y una temperatura muy elevada. No se podía estar. Les dije ‘¡abortamos, fuera, fuera! ¡retirada, retirada! ; si no hubiéramos salido en ese momento, habría ocho muertos más».

«Ese momento» es en torno a las 18.20 horas, que coincide con dos hechos, la apertura de la puerta de la azotea minutos instantes antes para favorecer el efecto chimenea y evacuar el humo que se estaba acumulando en la escalera y que impedía cualquier rescate con garantías y con el momento en que, a través de la fachada trasera del complejo, el fuego saltó de la torre de 14 plantas a la de 9 a través de las gotas del poliestireno ardiente del núcleo de los paneles de revestimiento de la fachada. Menos de una hora después, aseguran, la escalera volvió a estar «practicable».

El suboficial que estuvo al mando hasta que llegó el oficial, pasadas las siete de la tarde, rememoró ante el juez que parte de los bomberos que estaban dentro lograron salir por la escalera hasta la única entrada del edificio y los otros, por la terraza del primer piso, hasta descolgarse por la fachada principal, donde había desplegado un colchón de seguridad ordenado por él «aunque no lo dice el procedimiento», hizo hincapié. Antes de bajar, eso sí, habían cerrado de nuevo la puerta de la azotea.

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