El papa Francisco y sus recuerdos (y 2)

Aparte de su complaciente reconstrucción familiar, la pluma del papa Francisco se detiene en la evocación de lances y sucesos en un Río de la Plata hervoroso de una humanidad ebullente y fruitiva. Por desgracia, la pluma pontificia se muestra muy parca en todo lo concerniente a España, a su presente e igualmente a su pasado, de peso omnipotente en la Argentina en que naciera y se criase. Uno de los muchos enigmas y omisiones que esplenden ex abundantia en un libro memoriográfico en el que se hace difícil al lector acucioso preterir tan importante faceta de un personaje destinado a regir la andadura del catolicismo en un estadio esencial de su plurisecular recorrido. Omisión que en alguna faceta de la obra resulta singularmente extraña y sorprendente. Es esta la dedicada a la estadía madrileña, y más concreta y exactamente alcalaína, en vísperas de su consagración sacerdotal. Al tiempo también que las menciones a la Compañía de Jesús y su Fundador San Ignacio se descubren muy ocasionales y clamorosamente necesitadas, a las veces, de juicios e impresiones más extensas y personales.

Pero nada, en fin, podrá lastrar el valor literario de las muy ágiles y vivas páginas de libro tan atrayente como en varios pasajes desconcertante. Los cuadros económico-sociales y las múltiples etopeyas y semblanzas de las clases populares argentinas así como de la Iglesia rioplatense a comedios de la centuria pasada son dignos de figurar en las antologías del género. De manera singular y única se graban en la memoria del lector los retratos de algunos especímenes más humildes y preteridos de la muy rica humanidad argentina. En tal extremo, la pluma colorista de Francisco no tiene rival a la hora de dibujar el perfil de los pobres de solemnidad, viudas angustiadas o clérigos desnortados. La fuerte y tonificante claridad de Francisco al diseñar sus vidas y milagros impacta con pulsión irrebatible el ánimo de sus lectores.

Estos han sido hasta el presente muchos y, por lo común, apologetas, y serán, a buen seguro, más en los próximos meses. El hecho se debe de manera especial, conforme al muy falible criterio del comentarista arriba firmante, la pietas honda y ancha de un espíritu con las mejores vibraciones del Evangelio, que encuentra en sus escritos un testimonio apasionante del mensaje de Cristo, cifrado en la caridad, pero también en la esperanza.

*Catedrático

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