Se estrena Daaaaaalí!, un filme en la superficie del abismo

Un relato comienza y se sostiene en una evolución predecible y lineal. Cuanto más clásico, menos modificaciones afectarán su progreso. Un recuerdo puede derivar en la reconstrucción de una situación vivida, al igual que un deseo puede precipitarse en la conciencia del protagonista y transformarse en la materia de la historia que está en desarrollo.

En muchas novelas y películas, el desvío es un acto legítimo y una posibilidad de cualquier poética que define cómo son un libro o una película. Pero esos desvíos pueden inmiscuirse sin aviso, intempestivamente, no dando a conocer que la línea de tiempo y el espacio en que sucede la trama han cambiado.

Que ese recurso se denomine “puesta en abismo” indica la precisión de la figura elegida. El lector o el espectador, sin saberlo, es partícipe de una mutación de lo real, de un abismo de la lógica que tiende a presuponer la continuidad de los actos.

En efecto, Daaaaaalí! puede ser concebida como un ejercicio vistoso e ingenioso sobre el recurso literario y cinematográfico, porque si algo es la antepenúltima comedia de Quentin Dupieux es justamente una demostración barroca de la puesta en abismo, su paroxismo retórico al servicio del retrato de un artista que desconoció la circunspección e hizo del exceso el signo de su estilo.

Los largos bigotes de Salvador Dalí resultan la distinción más insignificante de su arte, como lo es también la posición de su intensa personalidad en la vasta obra que dejó. Su genialidad es indesmentible, el narcisismo que jamás intentó disimular, también. La relación entre el pintor y su obra puede ser menos o más problemática, pero su concepción y praxis orientadas a hacer trastabillar las reglas de la percepción ante la realidad son incuestionables.

Daaaaaalí! se despliega como si fuera un pliegue de los tantos que tiene la realidad vista por el pintor. Lo que parece ser el desgraciado inicio en la carrera de una periodista joven que tiene que entrevistar al pintor se desdibuja lentamente en un sueño dentro de otro sueño que son asimismo una película dentro de otra película.

Es una figuración espiral acelerada del relato que podría alcanzar hasta el infinito de no ser de que existe un final anunciado a los 70 minutos que se multiplica unas cuantas veces hasta culminar para siempre. El surrealismo puede desbordarlo todo, pero la muerte en sí, la de Dalí o de cualquier otro, es ineludible. El tiempo de una vida, como el de una película, tiene un fin.

Dupieux es un cineasta extraño. Sus comedias son programáticamente ligeras pero pletóricas de conjeturas filosóficas y no exentas de una imaginación visual teñida por la comicidad y la irreverencia. El cineasta prefiere la concisión para escenificar sus relatos en los que una mosca gigante puede ser una mascota o un agujero en el sótano de una casa puede funcionar como un túnel del tiempo para el rejuvenecimiento.

Si Daaaaaalí! se resiente un poco en su lacónico tiempo de duración es debido a que la historia es más una anécdota y la puesta en abismo una intuición sobre la contingencia de las leyes de asociación y la relación del devenir con la identidad.

¿Y qué decir sobre su objeto, el señor Dalí? Como retrato de Dalí es quizás solamente un garabato en una servilleta, aunque no tan preciso en su figura como en sus contornos. ¿Un ejercicio admirable es una película aceptable? A veces el placer de un ejercicio ejecutado con maestría es mucho mejor que una película revestida de prestigio y ornamentos propios de la coquetería que define el cine contemporáneo. El cine de Dupieux siempre tiene aire, y en ese ambiente la libertad no es un eslogan.

Para ver Daaaaaalí!

Francia, 2023. Comedia, drama. Guion y dirección: Quentin Dupieux. Elenco: Anaïs Demoustier, Edouard Baer y Jonathan Cohen. En el Cine Arte Córdoba.

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