Después de meses de comunicados y poca acción, con charlas informales en buen tono, la CGT despertó para confrontar con el Gobierno. Básicamente, por presión de sus bases, cuyo salario sigue sin recuperar poder de compra, pero sobre todo ante la necesidad de marcarle la cancha al oficialismo que amenaza con tocar sus intereses. Una relación marcada por el zigzagueo constante. Se quebró la época de intercambio de whatsapps y fotos con sonrisas en la Casa Rosada entre las caras del oficialismo a cargo del vínculo con los caciques sindicales y los miembros más importantes de la central obrera. El techo paritario del 1% es peligroso para los propios gremios y pone en riesgo a sus bases. La impuso Luis Caputo, el titular del Palacio Hacienda, para todas las negociaciones salariales, con el objetivo de “no recalentar” la inflación. En la calle Azopardo comenzaron a sentir el malestar de sus afiliados. “Yo llego a firmar una paritaria del 1% y me prenden fuego”, fue la confesión ante PERFIL de un integrante de la mesa chica cegetista en los días previos al anuncio del paro que tendrá lugar el 10 de abril. Además de reconocer un escenario económico cada vez más complicado para los trabajadores, esta voz remarcó que muchos compromisos que durante este tiempo tuvo la administración de Javier Milei con la CGT no mostraron progresos.
Uno de esos pactos era negociar la reglamentación, con la Unión Industrial Argentina (UIA), el artículo de la reforma laboral de la ley Bases que consagra despidos sin indemnización ante aquel empleado que participe de un bloqueo o toma de una empresa y/o emprendimiento comercial. En el oficialismo coincidían en que se debía conformar una mesa tripartita, aunque chocaron con los empresarios, que no querían modificaciones en la reglamentación.
Otro foco está en el Ministerio de Capital Humano. Se comprometió a convocar a una paritaria nacional docente y mejorar los ingresos de los trabajadores de la educación, un reclamo que lleva adelante la Unión de Docentes Argentinos de la CGT. Tampoco hubo novedades, y la tensión entre la central y la Casa Rosada se elevó.
Esto no les gusta a los autoritarios
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Por si fuera poco, desde finales de 2024, en La Libertad Avanza mostraron intenciones de impulsar una nueva reforma laboral, más agresiva. Está a cargo de la diputada libertaria Romina Diez, de suma confianza para Karina Milei.
Una zona caliente es la modificación del sistema de cuotas solidarias. Impactaría de lleno en la financiación de los gremios. ¿Qué son estos aportes? Es un mecanismo por el cual los colectivos sindicales realizan descuentos a los empleados de una suma establecida con los empresarios y que está plasmada en los convenios colectivos de trabajo.
En Balcarce 50, por lo menos desde enero que están mirando con atención qué cuestiones pueden tocar en dichos convenios. Hubo sectores en el oficialismo que, en las horas previas al anuncio de la tercera huelga de la CGT contra Milei, manifestaron que el paro no era una complicación. Creen que “deja expuestos” a los gremialistas y opinan que no pueden garantizar que en el futuro no se implementen modificaciones sobre las cuotas solidarias y se impulsen nuevos cambios en la legislación laboral.
Un importante funcionario de Milei subraya que el mercado laboral hoy tiene a la mitad de sus integrantes en condiciones informales. Para este integrante del gabinete la reforma laboral sancionada con la ley Bases fue “de baja intensidad”.
Todas las idas y vueltas dejaron como saldo ánimos calientes en un sector mayoritario de la central obrera, aunque no de todos.
Si la nueva huelga contra Milei no se determinó con mayor antelación fue porque un grupo de dirigentes con puentes de contacto con LLA insistió hasta último momento en que no había motivos para hacerlo. Del lado de aquellos que mayor conversación poseen con la Rosada, en plena búsqueda de consensos, aparece Gerardo Martínez, líder de la Uocra ; Héctor Daer, uno de los triunviros de la CGT; y Andrés Rodríguez, otro integrante de mesa chica, referente de los estatales de UPCN.