Desopilante: el día que Di María se infiltró en el equipo de sus amigos, lo descubrieron y salió corriendo

Firmaba la planilla en un campeonato de la Liga Rosarina con otro nombre y con el carnet de un jugador que tenía una cara muy parecida a la suya. El final fue imperdible.

La desopilante situación que Di María vivió con sus amigos del barrio cuando aún no era conocido y jugaba en Rosario Central. FOTO: USA TODAY Sports vía Reuters

La desopilante situación que Di María vivió con sus amigos del barrio cuando aún no era conocido y jugaba en Rosario Central. FOTO: USA TODAY Sports vía Reuters

El equipo de los amigos de Ángel Di María representaba a 1° de Mayo, el club de barrio sobre la calle Pedriel en el que Fideo nació y creció. Justamente le da nombre al grupo de WhatsApp que comparte: “La Perdriel”. Y como toda barra de amigos, tiene un sinfín de anécdotas, alguna con un final desopilante, como el día en el que Fideo se infiltró en el equipo , lo descubrieron y tuvo que salir corriendo.

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Es el mismo Ángel Di María que acumula 34 títulos en su prolífica carrera profesional y que en la Copa América 2024 dará su última función con la camiseta de la Selección argentina. Pero antes de ser el futbolista de elite que salió campeón del mundo, fue un chico de barrio. Allí forjó amistad con compañeros de la escuela El Buen Samaritano, todos amigos de la calle, con los que comparte vivencias por haber jugado desde siempre a la pelota con ellos.

Y una de esas historias graciosas está directamente vinculada con un torneo, la Liga Rosarina, que Fideo no podía jugar porque ya estaba fichado para Rosario Central, lo que lo impedía participar de aquel campeonato amateur destinado para los que jugaban “más en serio”, sin que eso significara que la Liga no se disputara a cara de perro.

Tan a cara de perro que Di María y sus amigos compartían un secreto clave para el destino de aquel equipo de fútbol: simular ser quien en realidad no era.

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Aunque ya jugaba en Central, en pocos lugares lo pasaba tan bien como con sus amigos. Y en el torneo de la Liga Rosarina, el equipo 1° de Mayo andaba bien. Pero, claro, mucho mejor si Fideo, el amigo estrella de aquella barra, se ponía la camiseta. Todavía faltaban algunos años para que su cara fuese conocida por todos.

Sin embargo, en uno de esos sábados, su rostro no fue desconocido para uno de los padres del equipo rival, que en medio del encuentro comenzó a los gritos: “Ese juega en Central, ese juega en Central”. Di María hubiese preferido ni escucharlo, pero por las dudas tenía el discurso armado.

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Fideo contó qué pasó en el campeonato que jugaba con sus amigos, cuando tuvo que salir corriendo porque lo iban a descubrir. (Video: ESPN).

Y es que no firmaba la planilla con su nombre, sino con el de otro chico de rasgos faciales muy similares a él, por lo que la foto del carnet pasaba sin que nadie dudara. Y el resto de los datos, como nombre, apellido, DNI, etc., Angelito se los conocía tan de memoria como si fuesen los suyos.

Ante tanta insistencia del padre rival, el referí le pidió chequear los datos y hacía allí fueron. “Estaba cagadísimo”, contó, entre risas, Fideo en una entrevista con ESPN en la que recordó aquella anécdota. Pero aun nervioso, recitó a la perfección todos los datos del que realmente estaba anotado y el juez no dudó: misma cara (o parecida), sabe todos los datos por lo tanto no hay trampa, puede jugar.

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El equipo ganó, como cada vez que jugaba Di María, pero Ángel “renunció”: les dijo a sus amigos que era la última vez que jugaba porque lo iban a enganchar. Si bien sus compañeros de equipo le prometieron que no volverían a molestarlo, al poco tiempo hubo un partido definitorio y le volvieron a pedir que, ahora sí por última vez, jugara con ellos. Y Fideo aceptó.

Ángel Di María y su grupo de amigos del barrio, los de toda la vida. FOTO: Instagram / @angeldimariajm

Ángel Di María y su grupo de amigos del barrio, los de toda la vida. FOTO: Instagram / @angeldimariajm

Casualmente, el mismo referí de la vez anterior estaba nuevamente en la cancha al mando del partido y, antes de que terminase el primer tiempo -donde el equipo de Di María ya ganaba-, se acercó de nuevo a Fideo y le dijo que desde afuera seguían gritando que estaba mal incluido así que, en el entretiempo, tendría que dejar marcadas las huellas digitales en un papel para chequear realmente su identidad.

Di María le dijo que no había problema pero se acercó al técnico de su equipo, “el Rata”, y le contó lo que pasaba. “Sacame”, le dijo. Entonces, antes de que termine la primera etapa, provocó un choque con un rival, acusó dolor de rodilla y pidió el cambio.

Ya sentado en el banco de suplentes, y antes de que finalice el primer tiempo, aprovechó un momento de distracción: en un córner del lado opuesto al que él estaba, junto con un amigo, saltó un tapial y salió corriendo por la circunvalación de Rosario, que pasaba detrás de la cancha.

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El susto de que lo descubrieran era tan grande que corrió a toda velocidad como diez minutos mientras su amigo, que lo seguía como podía, le empezó a gritar: “Ya estamos lejos, ya estamos lejos”.

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