BARI.- Más allá de un respaldo a Ucrania por primera vez más que concreto –mediante un acuerdo que significará un préstamo de 50.000 millones de dólares gracias a los intereses de los activos congelados de Rusia-, el G7 que concluyó este sábado en el paradisíaco resort de lujo de Borgo Egnazia de la Puglia dejó en claro que su anfitriona, Giorgia Meloni, no sólo superó la prueba, sino que la dejó como una “súper estrella”.
Muchos analistas coinciden, en efecto, que Meloni, de 47 años y con la perenne sombra sobre sus espaldas de liderar un partido de derecha post-fascista, demostró en esta cita que reunió a las siete democracias más industrializadas del mundo que su liderazgo se ha consolidado no sólo a nivel europeo, sino, también, internacional.
En un foro multilateral muchas veces criticado por su inconsistencia, Meloni, cual dueña de casa y directora de orquesta, hizo que el G7 -que reúne a Japón, Italia, Reino Unido, Estados Unidos, Canadá, Francia y Alemania, más la Unión Europea (UE)- tuviera sustancia.
Y en dos días en los que, como siempre, también salieron a flote roces y diferencias, también se lució: demostró inteligencia, actitud, temperamento, estilo y empatía.
Siempre muy elegante en sus conjuntos Armani de colores claros y melena rubia con bucles, se la vio siempre auténtica: así como fulminó con la mirada en un saludo al presidente francés, Emmanuel Macron, con quien nunca se llevó bien y el único con el que no tuvo una bilateral, se abrazó, sonrió y bromeó cuando recibió a su par argentino, Javier Milei, a quien le dedicó varios minutos más que a otros invitados, para alegría de los fotógrafos presentes.
Es más, en un guiño al líder libertario, este sábado en sus redes sociales subió una foto de ellos, las banderas de Argentina e Italia y escribió en italiano “¡Viva la libertad!”, sin el epíteto argentino.
Meloni también tuvo enorme sintonía con su invitado ilustre, el papa Francisco, una presencia que marcó una enorme diferencia con las anteriores cumbres ya que fue la primera vez que asistió un pontífice en los casi cincuenta años de este foro. Algo “histórico” y “extraordinario”, como ella remarcó una y otra vez, y que los demás líderes aprovecharon con diez bilaterales en las que el Papa insistió en un único punto: la paz, la necesidad de sentarse a negociar, a dialogar, en un mundo cada vez más convulsionado, agresivo y fuera de control.
Meloni llegó a la cumbre del G7 con una enorme ventaja respecto de los demás miembros del selecto grupo. Ella había triunfado en las elecciones europeas del fin de semana pasado, que pusieron en cambio contra la pared a los líderes de los otros dos grandes países de la Unión Europea (UE) en el foro.
El francés Macron, que vio a su partido hundirse, duplicado por el de ultraderecha de Marine Le Pen, en una jugada que algunos consideran suicida, disolvió el Parlamento y llamó a elecciones anticipadas. El canciller alemán Olaf Sholz, a quien el viernes le cantaron el cumpleaños los demás líderes del G7, por su parte, vio cómo su partido socialdemócrata llegaba tercero, por detrás de Alternativa para Alemania (AFD), también de ultraderecha.
Pero había varios otros “patos rengos”. El primer ministro británico, Rishi Sunak, que el viernes en su conferencia de prensa no dudó en decir públicamente que “Giorgia es fantástica”, muy probablemente recibirá una bofetada electoral el 4 de julio próximo.
Según sondeos también podría tener problemas en noviembre próximo el estadounidense Joe Biden, que, además, llegó a la Puglia debilitado por la condena judicial a su hijo Hunter. Los últimos dos líderes de los Siete, el canadiense Justin Trudeau y al japonés Fiumo Kishida, tampoco transitan sus mejores momentos en el gobierno.
Amén de esta coyuntura favorable, Meloni demostró que el G7 no es “una fortaleza cerrada”, sino un foro abierto al mundo, invitando a una sesión extendida sobre un tema tan importante como la inteligencia artificial -impuesto por Italia- a países no miembros, como la Argentina, Argelia, Túnez, Brasil e India, que integran el grupo de los Brics-junto a China, Rusia y Sudáfrica-, entre otros, y representantes de organismos internacionales.
“No puedo no comenzar diciendo que para mí y para Italia en su conjunto fue un honor presidir el G7, que, sin temor a ser desmentida, fue un éxito”, celebró este sábado Meloni en la conferencia de prensa que le puso el broche final al evento.
Aunque pudo notarse cierto atisbo de cansancio, en la conferencia de prensa, que duró una hora, Meloni se mostró sólida y muy desenvuelta. Fiel reflejo de ese clima más íntimo que logró instaurar, sorprendió al agradecer a sus compañeros de G7 mencionándolos por sus nombres de pila: desde Joe (Biden) a Ursula (von der Leyen), presidenta saliente de la Comisión Europea.
Destacó que juntos demostraron un G7 unido y compacto no sólo en cuanto a Ucrania, sino también en la necesidad de una desescalada en Medio Oriente y muchos otros desafíos globales y agradeció asimismo a los invitados especiales por su “aporte positivo fundamental al éxito de la cumbre”.
Meloni se mostró especialmente orgullosa porque gracias a Italia por primera vez el G7 sumó su “Plan Mattei” para ayudar a África a otras iniciativas de la UE y de este foro con ese mismo fin. “Italia trata de ser un punto de referencia para construir un nuevo modelo de desarrollo y cooperación con las naciones africanas, para que puedan crecer con recursos que poseen”, se jactó.
Asimismo consideró un logro italiano que, “por primera vez en su historia” el G7 se haya comprometido a enfrentar las causas profundas de las migraciones y a luchar contra los traficantes de seres humanos, para contrastar una plaga que representa una nueva forma de esclavitud.
“Estoy muy orgullosa porque esto nunca había sido tratado en una cumbre y nunca con tanta claridad”, dijo Meloni, quien recordó que el modelo de los asesinados jueces antimafia Giovanni Falcone y Paolo Borsellino para combatir a la mafia es “follow the money” (seguir el dinero) y que hoy la trata de personas se ha vuelto una actividad criminal mucho más rentable que el tráfico de drogas o de armas.
Ante una pregunta sobre la eliminación de la palabra “aborto” de la declaración final, controversia que amenazó con opacar “su” G7, la primera ministra no ocultó su irritación. “¿Por qué no hay referencia? Porque en los documentos finales las cosas ya adquiridas (en la cumbre del G7 de Hiroshima) no se repiten”, respondió. “Creo que la polémica fue construida artificialmente, es una polémica que no existió en la cumbre y que no existió en las discusiones”, denunció, al destacar que, más allá de la narrativa de la oposición que la acusa de querer retroceder en cuanto a los derechos, nunca tuvo la intención de cambiar la ley 194 de 1978, que permite en Italia la interrupción legal del embarazo.
En cuanto al tema que desvela ahora a todos -si Meloni, referente del grupo de Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), respaldará la candidatura de su “amiga” Ursula von der Leyen para un segundo mandato en la Comisión Europea, en el marco del avance de la derecha en los comicios europeos- la primera ministra fue cauta. Dijo que el lunes habrá una reunión en la que comenzará a evaluarse el tema, admitió que el Partido Popular Europeo (PPE) de Von der Leyen fue el que más votos sacó, pero también, reforzada por su actuación estelar en este G7, advirtió que ella espera dos cosas: que “a Italia se le reconozca el rol que le corresponde y que Europa comprenda el mensaje que llegó de los ciudadanos europeos”.