Navidad y Fin de Año: una oportunidad de reconfigurar los vínculos, romper mandatos y seguir nuestros deseos

Con la llegada de diciembre y las fiestas cada vez más cerca comienzan las conversaciones para saber dónde y con quién festejar. Entre mandato y deseo parece librarse la principal batalla al momento de decidir y si bien los vínculos se han reconfigurado con el paso del tiempo y muchas personas eligen seguir sus verdaderos anhelos, todavía existen presiones que pesan y llevan a optar por complacer a otros.

La cargada agenda laboral y social típica del fin de año no colabora en estos debates y el costo económico extra que significan las celebraciones, tampoco. Todo contribuye a que los ánimos esten alterados y a mirar con recelo reuniones que, aunque buscan ser alegres, fácilmente pueden tornarse conflictivas según el tema de conversación que se toque.

“Culturalmente la Navidad es un momento de reflexión, de unión y encuentro. Las familias más tradicionales suelen contar con rituales y tradiciones que se pasan de generación en generación. Sin embargo, en el consultorio observo una tendencia al cuestionamiento de estos festejos rigidizados”, explica a La Voz la licenciada en psicología, Cecilia Taburet.

¿Quiero pasar las fiestas con personas con las cuales no conecto durante el año? ¿Me puedo permitir celebrar con amigos? ¿Estoy dispuesto a tener conversaciones incómodas? ¿Puedo poner límites durante la cena navideña? Estos son algunos de los interrogantes que surgen en sesión.

“Hacerse este tipo de preguntas pueden generar malestar y contradicciones internas, pero es necesario y saludable para que las fiestas no sean vividas de modo nocivo o provoquen ansiedad, incomodidad o angustia. Negar las diferencias o distancias interpersonales tiene su costo”, suma Taburet.

Por parte, la psicóloga Constanza Pereyra Esquivel apunta que durante los ultimos días sus pacientes han manifestado sentirse cansados, agotados y con la necesidad de hacer “cierres”. “Esto es indicio de que es un tiempo de tomar un descanso mientras sea posible, de finalizar ciclos, de terminar proyectos”, advierte.

Y agrega: “En algunos casos también reaparecen conflictivas familiares, viejos recelos y la angustia por aquellas personas que ya no están. Para quienes se han separado recientemente o tienen hijos pequeños también es difícil aceptar que una de las fiestas no las pasaran con ellos”.

Ambas especialistas sostienen que los vínculos y los patrones de relación atraviesan a los sujetos y que si estos no son analizados y elaborados conllevan a padecimientos sostenidos. Por este motivo, el fin de año puede ser una oportunidad para poner de manifiesto de forma explícita las formas de vincularse o las dinámicas familiares dañinas.

“Romper” mandatos

Hoy es común escuchar casos de personas que eligen pasar las fiestas con amigos o de forma menos tradicional que la normalmente impuesta, un signo de época que cada vez suma más adeptos.

“Existe un modo más realista en torno a estas celebraciones, una reflexión previa en relación con quién compartirlas. Se cuestionan más ciertos rituales, se busca la satisfacción y se intentan evitar las situaciones incómodas. Los jóvenes priorizan festejar con amigos y no con parientes lejanos con quienes no han mantenido relación durante el año”, sostiene Taburet.

Sobre la facilidad con la que suelen desencadenarse discusiones durante estas reuniones, Pereyra Esquivel asegura que las personas hoy tienen más herramientas para identificar conversaciones incómodas o intrusivas. “Hay más consciencia sobre el tipo de preguntas que son oportunas en una reunión y otras que es preferible no realizar. Además, la gente se da el espacio para no responder aquello que genera incomodidad o no se considera pertinente”.

“Me acuerdo que antes se hablaba de política y era algo interminable, siempre alguien terminaba enojado. Hoy si hablamos de eso lo hacemos con tranquilidad, creo que se respeta más. Con mi familia tenemos pensamientos muy distintos en cuanto a lo político, pero no llegamos al punto del enojo”, cuenta Vanesa (41).

Vanesa tiene dos hijos adolescentes, está separada y tiene dos hermanos con los que mantiene una buena relación. Relata que el proceso de decidir cómo y dónde pasar las fiestas cambió completamente luego de que sus padres fallecieron.

Cena navideña (Freepik).

“Cuando ellos estaban había que pasarlo con ciertos familiares, te gustara o no, no había democracia. Desde que yo formé mi familia empecé a elegir más lo que quería y a poner límites, algo con lo que me ayudó mucho la terapia. Pero la presión de con quién se va a quedar mamá o papá seguía estando entre mis hermanos y yo. Cuando mis padres murieron dejó de ser una imposición con quién festejar”, cuenta.

Asegura que junto con sus hermanos “se corrieron” del lugar de la “gran familia” y que con el tiempo dejaron de tener contacto con familiares lejanos. Mantuvieron la unión como familia directa, pero no ser numerosos fue algo que “rompió” con los mandatos.

“Ahora tenemos más libertad. Mi hermano vive en otra ciudad y es un trajín pensar en viajar, asi que ahora lo tomamos más natural y si él quiere venir lo hace o viajamos nosotros. Pero si no tenemos ganas, tampoco pasa nada. Lo vivimos mucho mejor”, explica.

Y agrega: “Además mis hijos deciden si quieren pasarlo con el padre o conmigo y eso a mi no me afecta en lo emocional. Me tomo las fiestas desde otro punto de vista, como para pasar un buen rato y sin esas expectativas que se ponían antes. Estoy más tranquila, mucho más relajada”.

Por su parte, Julián (33) cuenta que ver si pasar las fiestas con la familia materna o paterna siempre generaba conflictos, hasta que un día planteó dejar de festejar con la familia ampliada y propuso una modalidad que siguieron repitiendo en los años siguientes.

“Siempre terminaba compartiendo con gente que no veía durante todo el año y ya no tenía ganas. En ese momento a mi mamá no le gustó mucho, pero mi papá por primera vez estuvo de acuerdo y le pareció bien. Ese año lo pasamos con mi hermana, mis padres y los perros. Recién después de 12 fuimos a visitar a algunos familiares y brindar”, detalla

Con el tiempo decidió pasar el Año Nuevo con amigos, aunque Navidad sigue siendo un ritual familiar.

“Hoy para mí ya no es un tema tabú y mis padres no se toman a mal que yo decida pasar una de las fiestas en otro lado. No hemos charlado si lo comparten o no, pero lo comprenden. Es un mandato que ya está un poco roto y que ya no hace tanto ruido más allá de lo que ellos quieran o pretendan, porque también se trata de pasarlo con quien uno se siente a gusto y tiene ganas”, afirma.

De todas modos, admite que pasar alguna fiesta en familia sigue siendo algo innegociable. “Como vivo en otra ciudad tengo que acomodar todo para viajar y creo que si una de las dos fiestas no la pasara con mis padres sería un motivo de problemas. Creo que lo hago de manera inconsciente y es algo que todavía pesa, pero son dinámicas que se van probando y charlando”, apunta.

Algunas sugerencias

Las profesionales especialistas en vínculos aconsejan utilizar estas fechas para identificar genuinamente de qué manera y con quienes se desea pasar las fiestas, para lograr poner un límite a las situaciones que pueden generar dolor o incomodidad.

“Los seres humanos somos sujetos biopsicosociales, necesitamos del intercambio y la conexión con el otro. Por eso, la invitación en estas fiestas es a reflexionar sobre el tipo de contactos y relaciones que se establecen durante todo el año y también a lo largo de la vida”, recomienda Taburet.

En ese sentido, Pereyra Esquivel señala: “Habrá algunos lazos que no son totalmente elegidos (como la familia política) pero que será necesario respetar. Otros son transversales en nuestra historia por lo que será fundamental registrarlos, cultivarlos e incentivar con ellos intercambios que nutran”.

“Es tiempo de hacer una pausa en la que será sustancial respetar los deseos y propiciar ser sincero con uno mismo a la hora de elegir con quien compartir estas festividades tan especiales y a la vez complejas. Lo ideal es que el ‘espíritu navideño’ sea acorde al contexto actual y nos libere de mandatos y exigencias. Que se convierta en un momento de reflexión y elecciones saludables”, cierra Taburet.

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