Parecía un broncoespasmo pero los estudios arrojaron una enfermedad inesperada: Íbamos a luchar contra un dinosaurio

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La vida de Patricia Barchi era muy intensa. Estaba trabajando mucho ya que se encontraba en el medio del cambio de los sistemas informáticos en la Fundación Favaloro. Por ende, tenía muchas responsabilidades. Además, estaba rindiendo parciales y finales en la universidad. Tenía mucho estrés y casi no veía a su familia y a sus amigos.

Durante el control de la ART, una médica le recomendó que realizara una consulta con un neumonólogo ya que al auscultarle notó un broncoespasmo. En ese momento Patricia no le dio mucha importancia, así que recién en noviembre del 2018 consultó con una especialista de Favaloro, quien le indicó una placa de tórax. Para su sorpresa, en el estudió se visualizó una mancha por lo que el paso siguiente fue solicitar una tomografía.

Durante la segunda sesión de quimioterapia ambulatoria.

“Para ese entonces, ya comencé a preocuparme porque no tenía ningún síntoma de fiebre u otra cosa, sólo cansancio que para mí era por todo lo que estaba trabajando y estudiando”.

Un diagnóstico que no podía creer

La última consulta con la neumonóloga había sido un martes de diciembre de 2018 con quién Patricia había acordado realizar un tratamiento con antibióticos durante 15 días para luego evaluar. Sin embargo, al día siguiente la especialista la llamó por teléfono, algo que la sorprendió.

“Me dijo que estuvo viendo mis estudios con el Jefe de Neumonología de la Fundación Favaloro, el Dr. Jorge Cáneva, y que él quería hacerme directamente una fibrobroncoscopía (un procedimiento invasivo que se realiza en el quirófano porque requiere anestesia total y consiste en ingresar por la boca con un instrumento especial que contiene una camarita hasta los pulmones) por lo que ya tenían reservado el quirófano para ese mismo viernes”, dice Patricia.

Mientras aguardaba los resultados de ese estudio, en enero de 2019 Patricia se fue de vacaciones. Sin embargo, el descanso se vio interrumpido por otro llamado. Esta vez era el Dr. Cáneva para avisarle que ya estaban los resultados y que a su regreso debía ir a ver a la Dra. Dolores Puente, hematóloga también de la Fundación Favaloro.

“Tengo varios proyectos y disfruto mucho de las reuniones con la familia y los amigos. Trato de hacer vida sana, viajar, sigo con la actividad física y medito bastante».

-Tenés un Linfoma no Hodgkin -le dijo la doctora.

-¿Qué? -le preguntó Patricia.

-No te preocupes porque vamos a realizar un tratamiento con quimioterapia y te vas a curar.

-¿Vos me estás diciendo que tengo cáncer?

-Sí.

“En ese momento me quebré y no podía dejar de llorar. Para colmo había ido sola porque siempre me consideré la chica súper poderosa que podía con todo. Dolores me calmó y me dijo que era obvio que no iba a entender nada, que vaya tranquila a mi casa y que escriba en una hoja todas las preguntas que me iban a surgir hasta la próxima consulta”.

Una semana después de conocer su diagnóstico, tuvo la segunda consulta con la hematóloga, quien le explicó que se trataba de un tipo de linfoma “raro, que íbamos a luchar contra un dinosaurio, que tuvieron que recurrir a bibliografía internacional ya que los linfomas comienzan por los ganglios y luego siguen por los órganos, en mi caso comenzó directamente por el pulmón”.

En la casa de su amiga Titi después de la primer sesión de quimioterapia ambulatoria.

Los primeros días de febrero de ese año Patricia comenzó con la primera sesión de quimioterapia (se trató de un protocolo ambulatorio de seis meses). “Me aplicaban la medicación vía intravenosa ya que no quería que me colocaran el catéter subcutáneo porque no podría realizar actividad física, y justo que la había retomado la estaba disfrutando mucho”.

No era tiempo para festejos

Luego del tratamiento, mediante distintos estudios le confirmaron que el linfoma había desaparecido. “No estaba más, todo fue festejo, estaba muy feliz, pensaba que todo había terminado y que podía seguir mi vida, obviamente con mucho aprendizaje”.

Sin embargo, esa celebración debió postergarse por un tiempo más ya que a los dos meses el linfoma volvió, algo que los médicos le habían explicado que podía suceder. Al haber regresado tan pronto, decidieron realizarle el trasplante de médula ósea.

“Para ese día me preparé mucho, principalmente con ayuda de mi psico-oncóloga Moni, ella me enseñó técnicas de meditación para momentos críticos y otras herramientas para distraer a mi mente. Hasta me ayudó a pensar en todo lo que tenía que llevar para mi internación de casi un mes, me lo hacía ver como ir a un all inclusive, ja”.

A nivel médico, para llegar al trasplante tuvo que pasar por tres internaciones de una semana cada una donde le aplicaron una quimioterapia mucho más fuerte que la del protocolo de los seis meses.

A nivel médico, cuenta, para llegar al trasplante tuvo que pasar por tres internaciones de una semana cada una donde le aplicaron una quimioterapia mucho más fuerte que la del protocolo de los seis meses.

Patricia se internó el 4 de marzo del 2020 y le aplicaron otra quimio para bajar su sistema inmunológico a 0. El 12 de ese mes se realizó el trasplante.

“Estaba un poco nerviosa y ansiosa, pero tranquila sabiendo que eso era lo correcto. La recuperación post trasplante fue inmediata y muy buena, durante la internación cada día mis valores de laboratorio estaban mejor, yo me levantaba todas las mañanas para desayunar sentada en el sillón y así permanecía durante casi todo el día. Me armaba como una especie de escritorio con la mesa móvil y realizaba distintas actividades como leer, mirar películas, responder mails, investigar. De esa manera no estaba todo el día tirada en una cama, hasta realizaba algunos ejercicios físicos. Todo eso me ayudó a tolerar más de 20 días de estar sola ya que fue al comienzo de la pandemia y sólo ingresaban las enfermeras y médicos, no podía recibir visitas y para alguien sociable como yo eso era duro”, confiesa.

Durante un año continuó con una quimioterapia monoclonal ambulatoria para “reforzar” el trasplante, la cual le aplicaban una sola vez al mes.

Patricia, luego de una clase de Funcional.

Los controles médicos, cuenta, comenzaron a ser cada vez más espaciados y todos daban buenos resultados, la medicación también se iba reduciendo y al día de hoy no toma ninguna.

“El alta definitiva será en junio del 2026 ya que se cuentan cinco años desde la última quimioterapia, pero mis controles fueron cada vez más espaciados. Al principio eran semanales, luego mensuales, después cada seis meses y ahora son anuales”.

Patricia disfruta mucho de su vida actual en la que trata de no hacerse problema por “tonterías”. Trabaja y estudia Administración de Empresas, carrera que tuvo que suspender durante su enfermedad y que ya se encuentra en la recta final.

“Tengo varios proyectos y disfruto mucho de las reuniones con la familia y los amigos. Trato de hacer vida sana, viajar, sigo con la actividad física y medito bastante. Cuando tengo algún problema recuerdo mis internaciones y los momentos que estuve mal. Puedo ver esos problemas como situaciones que pasarán y sé que hay situaciones peores”.

“Esta actividad me ayuda a mi salud física y mental, me hace liberar tensiones, descargar y sentirme muy bien al finalizar cada entrenamiento, me mejora el estado de ánimo”.

“Me mejora el estado de ánimo”

Una de las novedades post linfoma fue que hacia fines de 2021 comenzó a hacer Funcional en una de las plazas de Puerto Madero, hasta que vio que el profesor corría y siempre incentivaba a sus alumnos para que también lo hicieran. De a poco, Patricia se fue enganchando hasta que logró correr en distintas carreras.

“Esta actividad me ayuda a mi salud física y mental, me hace liberar tensiones, descargar y sentirme muy bien al finalizar cada entrenamiento, me mejora el estado de ánimo”.

De hecho, como una manera de agradecimiento al trato “muy humanizado y contenedor” que recibió por parte de los profesionales de la Fundación Favaloro, el próximo 6 de octubre Patricia va a ser parte de la Carrera Verde que tiene como objetivo promover la actividad física como medio para el bienestar general y prevención de las enfermedades cardiovasculares.

Organizada por I Love Runn, conducida por Julián Weich y a beneficio de la Fundación Favaloro, la carrera busca concientizar sobre el cuidado del medio ambiente y nuestros recursos. Educar sobre la reducción de desechos, el reciclaje desde el origen y el cuidado de nuestro entorno, acciones fundamentales para preservar nuestro planeta y hacer de él un mejor lugar para vivir.

“Principalmente, tengo la expectativa de disfrutar la carrera. Voy a trotar en la de 2K ya que me inscribí a la más corta. No voy con el objetivo de competir porque me estoy recuperando de una lesión, pero sí con todas las ganas de pasar un hermoso día y, además, disfrutar de la previa que va a estar buenísima”.

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