El presidente volvió a visitar el FEM con un discurso reaccionario en su versión 2.0.
Su agenda
Durante esta semana se lleva a cabo el Foro Económico Mundial en la ciudad de Davos. Esta edición se realiza bajo el lema “Colaboración para la era inteligente” y pone el foco en los desafíos que traen consigo las Inteligencias Artificiales.
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El presidente argentino concurre al evento luego de haber participado en la asunción de Donald Trump y haber logrado avanzar en reuniones con Kristalina Georgieva, titular del Fondo Monetario Internacional.
No concurrió toda la delegación de Washington a la ciudad suiza, ya que el ministro Caputo retornó al país para avanzar en la etapa final de las negociaciones con el FMI. Sin embargo, lo acompañaron Karina Milei y el canciller Werthein.
En sus primeras horas en Davos, el presidente argentino aprovechó para mantener un encuentro con Volodímir Zelensky, mandatario ucraniano. Posteriormente, dio una entrevista a la agencia internacional Bloomberg.
Este jueves tuvo lugar su discurso, marcando su participación oficial en el evento. Con un tinte similar al discurso que mantuvo el año pasado, donde expuso su galería de mentiras y tergiversaciones en una jura de lealtad al mercado ante sus propias entrañas.
Al término del mismo, sostuvo una reunión con el CEO de Coca-Cola, James Quincey, y asistirá al “Country Strategy Dialogue on Argentina”, un encuentro de trabajo con directivos y holdings de distintos países.
Antes de terminar su estadía en Suiza, recibirá el “Premio Röpke” por parte del Liberales Institut, un centro de pensamiento liberal clásico.
De vuelta al prehistórico
La intervención del presidente fue la continuación de su ponencia del año pasado; de hecho, incluso repitió algunas de las ideas expresadas en aquella edición del foro.
Envalentonado, comenzó: “Cuánto ha cambiado en tan poco tiempo. Hace un año me paré aquí frente a ustedes en soledad y dije algunas verdades sobre el estado del mundo occidental que fueron recibidas con cierta sorpresa y estupor por buena parte del establishment político, económico y mediático de Occidente”, sostuvo y lanzó su primera tergiversación: “Un presidente que no era político, que no tenía apoyo legislativo, que no tenía apoyo de gobernadores, empresarios ni de grupos mediáticos”.
Lo que omite Milei es que el conjunto del establishment argentino y el FMI hicieron todo lo posible para sostener su plan en los momentos más turbulentos de la gestión, e incluso sus “opositores” fueron cómplices de muchas de sus medidas. La epopeya del héroe solitario es una linda historia, pero se convierte en puro cuento cuando la invoca Milei.
Prosigue su intervención sosteniendo que nuestro país pasó de ser una “Argentina infectada de socialismo” a haberse “convertido en un ejemplo mundial”. Todo, obviamente, gracias a él.
Luego de construir un hombre de paja sobre el socialismo, vocifera contra su mayor enemigo: la “hegemonía de la izquierda woke”. Además, declara como objetivo central “desmantelar el edificio ideológico del wokismo enfermizo”.
Como era de esperarse, al igual que en el discurso anterior, el presidente se centró en su visión de Occidente, que para él “representa el pico de la especie humana, la tierra fértil de su herencia grecorromana y sus valores judeocristianos, que plantaron la semilla de algo inédito en la historia”.
Lo inédito en la historia, para Milei, es el liberalismo económico, que, según él, logró un supuesto crecimiento exponencial del PBI, como si fuera un palo de hockey: “Hasta el año 1800, el PBI per cápita se mantuvo prácticamente constante”, añadiendo que esto terminó “sacando de la pobreza al 90% de la población mundial”. De esta manera, vuelve a incurrir en comparaciones absurdas de momentos en los que no se medía el PBI per cápita y se llena la boca hablando de la reducción de la pobreza cuando él mismo sumergió a la mitad del país en ella.
Como si fuera poco, el presidente aprovechó para defender a Elon Musk, quien recientemente hizo el saludo nazi: “Espíritu pionero que hoy se ve representado, entre otros, por mi querido amigo Elon Musk, que injustamente ha sido vilipendiado por el wokismo en las últimas horas, por un inocente gesto que lo único que significa es su entusiasmo y gratitud con la gente”.
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Haciendo gala de la explotación, sostuvo: “Logramos que cada trabajador pudiera multiplicar por 10, por 100 o, ¿por qué no? Hasta por mil su productividad”, y aquella riqueza generada por los trabajadores, según Milei, fue “redistribuida bajo un sistema de planificación centralizada”. Nada más lejos de la realidad.
Responsabiliza de todo ello al “wokismo”, quienes “reemplazaron la libertad por liberación, utilizando el poder coercitivo del Estado para distribuir la riqueza del capitalismo. Su justificación fue la siniestra, injusta y aberrante idea de la justicia social, complementada con entramados teóricos marxistas cuyo fin era liberar al individuo de sus necesidades”.
Antiderechos recargado
Su discurso prosigue por los pasillos del ataque a lo que Milei cree son las cabezas de la quimera woke, como el feminismo, el antirracismo, el ambientalismo, el movimiento LGBT, etc.
En ese sentido, ataca al feminismo, sosteniendo que “la igualdad ante la ley ya existe en Occidente, todo lo demás es búsqueda de privilegios”.
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Mientras escupía: “Llegamos incluso al punto de que muchos países supuestamente civilizados, si uno mata a una mujer, se llama femicidio y eso conlleva una pena más grave que si mata a un hombre, solo por el sexo de las víctimas, legalizando que la vida de la mujer vale más que la de un hombre”. Ignora completamente las razones de desigualdad estructural, donde se mata a la mujer solo por el hecho de serlo.
Asimismo, volvió a denunciar lo que define como la “agenda sanguinaria y asesina del aborto”, refiriéndose al derecho que costó años de lucha del movimiento feminista.
Increpó que “desde estos foros se promueve la agenda LGBT, queriendo imponernos que las mujeres son hombres y los hombres son mujeres, solo si se auto perciben”, concluyendo que “en sus expresiones más extremas, la ideología de género constituye lisa y llanamente abuso infantil. Son pedófilos”. El mismo que hablaba de “niños envaselinados” ahora señala a otros de pedófilos.
Cubre su odio, sosteniendo que “el eterno victimismo, siempre dispuesto a disparar acusaciones de homofobia o transfobia y otros inventos cuyo único propósito es intentar callar a quienes denuncian este escándalo”.
No contento con atacar al feminismo y las disidencias, prosigue con el ambientalismo: “Pasamos al ambientalismo fanático, donde los seres humanos somos un cáncer que debe ser eliminado, y el desarrollo económico es poco menos que un crimen contra la naturaleza”. Lo que Milei define como desarrollo económico no es más que extractivismo y destrucción ambiental.
Como frutilla del postre, ataca a la inmigración, sosteniendo que se realiza un proceso de “colonización inversa que se asemeja al suicidio colectivo”.
Ante todo, el capital
Milei también señala que “después de la caída del muro de Berlín […] curiosamente los países libres se empezaron a destruir cuando se quedaron sin adversarios por derrotar. La paz nos volvió débiles”. En otras palabras, hace referencia al término de un periodo donde las élites del capitalismo podían polarizar con la silueta del falso socialismo deformado por el stalinismo.
Aún así, el presidente habla como si el socialismo se hubiera impuesto. Según él, “se reemplazó el caos creativo del mercado por el orden estéril y esclerótico del socialismo. Una sociedad llena de resentimiento, donde solo hay dos tipos de personas: quienes son pagadores netos de impuestos por un lado y quienes son beneficiarios del Estado por otro”.
Los problemas que Milei le atribuye al socialismo son, en realidad, generados por el capitalismo, y define la sociedad entendida como la división del “partido del Estado”, entre pagadores de impuestos y beneficiarios estatales. Si fuera así, ¿Dónde se encuentra el presidente que recibía fondos de la provincia mientras gobernaba Scioli?
En la batalla que define como “ciudadanos libres vs casta política”, el mandatario argentino es un pragmático de las relaciones carnales con la casta, que nunca pagó la crisis y que, al contrario, se inmiscuyó con todo en el gobierno.
Los “versos propios” con los que Milei quiere generar un “giro copernicano” son una condensación discursiva antiderechos, que se esconde en la denuncia a la ideología “woke”, pero en realidad busca atacar las conquistas sociales en beneficio de la maximización de las ganancias del capital.