El Presidente acelera y va por más

Después de una semana en la que los logros y las buenas noticias dominaron, el ánimo del Gobierno se retempló y ahora va por más. O, si puede, irá por (casi) todo. No solo en el plano doméstico. También, en el terreno internacional. Aunque está obligado a morigerar ambiciones.

El presupuesto 2025, más desregulaciones, nuevos ajustes, transferencias de servicios/gastos a las provincias (como los hospitales nacionales) y el acuerdo Mercosur-Unión Europea (aun a costa de resignar algo) están al tope de la agenda de objetivos inmediatos. Después, obviamente, de la prioridad absoluta que siguen teniendo el superávit fiscal y sostener la baja de la inflación, luego de haber perforado, al fin, el piso del 4% mensual. Un temario que es más fácil de enumerar que de prever su derrotero, en el que sobrarán dificultades.

El arduo blindaje del veto a la ley de financiamiento universitario (obtenido a base de algunas concesiones, varias promesas y muchos aprietes), el favorable último índice de precios, la rebaja en la sobretasa que cobra el FMI a países sobreendeudados como la Argentina, más la baja de los dólares financieros y del riesgo país significaron un impulso anímico que llevaron al Presidente y a su equipo al punto más alto del subibaja emocional para proyectar nuevas metas.

La reacción es directamente proporcional a la profundidad de la preocupación que existía después de unas semanas sombrías, en las que varios termómetros (no solo las encuestas) empezaron a dar cuenta de un deterioro significativo del humor social, mientras crecían reclamos de algunos aliados naturales, políticos y empresariales, y se agudizaba la intolerancia política. Paso a paso. Es la Argentina.

En esa pequeña primavera de la superficie política y de algunos grandes números es que el Gobierno busca establecer nuevos hitos para darle algo más de consistencia a su proyecto y recrear la esperanza, que la demorada recuperación económica socava.

Por ahora, todo es demasiado superestructural y algunas medidas no son ni serán inocuas. En el equilibrio entre los alivios, las tensiones y las expectativas que generen esas iniciativas estará la clave.

Javier MileiEulogia Merle

Una encuesta de la consultora Casa3 expone con claridad el nivel de fragilidad en el que se desenvuelve la realidad nacional. El sondeo reveló que el 71% de los consultados resignó algún consumo en los últimos tiempos, que casi la mitad de ellos considera que el año próximo su situación personal estará peor y que solo el 28% de esos afectados cree que estará mejor.

“Si se sigue profundizando la recesión este es el número que hay que seguir”, destacó la titular de la consultora, Mora Jozami, exfuncionaria y aún colaboradora de Mauricio Macri. En ese plano, es un dato mayor que la caída de las ventas minoristas siga firme, como lo registran los supermercados, a pesar de la baja de la inflación, especialmente en productos básicos.

El Gobierno confía en ese terreno en dos efectos positivos de la rebaja del impuesto PAIS que a fin de año desaparecerá. Por un lado, la importación de bienes de capital para poder producir más y, por otro, en una mayor oferta de productos importados más baratos para seguir bajando la inflación.

Sin embargo, empieza a preocupar el impacto que eso pueda tener en la industria y, en consecuencia, en el empleo. Además de empresarios nacionales, como algunos miembros de la UIA, que ya se han quejado, uno de los que lo advirtió públicamente es Juan Carlos De Pablo, amigo y referente económico de Milei, que no integra el equipo de “econochantas” al que el Presidente sigue sumando críticos de su gestión.

El veterano economista sostiene, con apego a la ortodoxia, que si se funden empresas por no ser competitivas eso está dentro de la lógica económica, pero señala el riesgo de que caigan porque se las obliga a competir en desigualdad de condiciones por imperio de normas, regulaciones y esquemas tributarios nacionales, provinciales y locales que distorsionan los costos. Es el riesgo de la eliminación del impuesto PAIS sin la adopción de otras medidas adicionales que nivelen la cancha. Así funcionan los sistemas.

“Yo no tengo problemas en competir con una farmacéutica india, siempre que me den el marco impositivo y laboral que tienen ellos. Si no, va a ser imposible seguir produciendo acá”, advierte el representante de un importante laboratorio internacional. La apertura a la importación de remedios que se habilitó para las provincias, y que podría extenderse, asoma como disparador de una disputa de antecedentes inquietantes. Pero no es el único sector donde hay preocupación.

“El año próximo los supermercados van a tener las góndolas llenas de productos importados más baratos que los nacionales. Los consumidores (que puedan comprarlos) y los importadores van a festejar, pero la industria local y, por lo tanto, el empleo, lo van a sentir”, señala un consultor especializado en consumo. Como diría Milei, “no hay almuerzos gratis”. Al menos, no para todos.

La pregunta que ese escenario dispara es si, de concretarse esas prevenciones, podrá sostenerse la paz social a la que, en parte, contribuyen los grandes gremios (amparados en la extendida paciencia de la ciudadanía) a cambio de mantener algunos privilegios, como la cuota sindical obligatoria o el blindaje ante los proyectos de ley que impulsan una mayor democracia sindical. La fragmentación en ciernes de la CGT será otro elemento a considerar.

En este contexto, tiene un valor adicional la armónica relación que mantienen los gremios, cuya víscera sensible son las obras sociales, con el nuevo ministro de Salud, Mario Lugones, quien modula con mano de cirujano y sensibilidad de negociador paritario las medidas de ajuste sobre el sector y que lleva adelante, por ahora, sin mayores conflictos.

La excepción son los combativos gremialistas estatales de ATE, ante el avance del ministro sobre los hospitales nacionales, a los que pretende transferir a las provincias asignándoles solo parte del total de los fondos que hoy reciben. El plan prevé ir reduciendo el aporte de la Nación un 25% por año, por lo que en cuatro años los estados provinciales deberían hacerse cargo del costo total de esos establecimientos. Ese es el plan de máxima. Una nueva prenda de negociación con los gobernadores.

Para moverse en ese terreno complicado, Lugones cuenta con su condición de empresario de la salud que ha negociado durante más de tres décadas con los gremios, más la larga sociedad comercial que mantiene con el gremio gastronómico.

Por estos días, el titular vitalicio de ese sindicato, Luis Barrionuevo, en una muestra de confianza ha puesto su salud en manos del equipo médico de Lugones. El dirigente, que sufrió un accidente cerebro vascular, es atendido en el sanatorio del que, además del gremio y del ministro, también es propietario el radical Enrique Nosiglia. Una sociedad de cuidados mutuos. Multiplicados por la construcción de poder del gurú mileísta, Santiago Caputo, quien junto a su socio Rodrigo Lugones convencieron al padre de este para que formalizara el control que ya tenía sobre el área de Salud.

Milei internacionalista

En medio del complejo panorama local, el Presidente busca proyectar los recientes logros hacia la dimensión internacional.

“Vamos a avanzar con el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea y si hay que ceder, aún en alguna cuestión sensible, como temas vinculados con el sector agrícola, estoy dispuesto a hacerlo. No podemos quedar aislados”, le ha dicho Milei a algunos interlocutores de su confianza en las últimas dos semanas. Los sorprendió con esa novedosa consideración mostrada hacia el bloque regional, al que supo denostar, tanto como al involucramiento del Estado en los vínculos comerciales. Otra muestra de pragmatismo.

En ese terreno, las negociaciones que concluyeron el jueves pasado en Brasil entre los dos bloques parecen haberle dado sustento a ese propósito (e ilusiones).

En la Cancillería se respira un perceptible optimismo respecto de ese acuerdo, que no existía desde la presidencia de Mauricio Macri. Tanto que se esperanzan con que durante la cumbre del G-20 en Brasil, a mediados de noviembre, o en diciembre se pueda firmar el nuevo acuerdo que había entrado en el freezer a partir de 2019 con los cambios de gobiernos en la Argentina y en Brasil.

De todas maneras, en el Ministerio de Relaciones Exteriores no descartan tropiezos y turbulencias en el camino final hacia el acuerdo con la Unión Europea. “Los avances han sido muchos y hay un manifiesto espíritu de las dos partes proclive a cerrar las diferencias. Coincidieron varios cambios en todos los países y en el mundo”, dice uno de los principales funcionarios de la Cancillería que sigue este tema.

“Hoy, la Argentina y Brasil han revisado algunos de sus reparos, mientras que Europa ha aliviado ciertas rigideces y mostrado disposición para avanzar en los puntos en común y para acortar las distancias. Eso le dio una nueva dinámica positiva. Hoy diría que son más fuertes los reparos que está poniendo Paraguay, que los de algunos países europeos, pero creemos que podrían superarse con alguna concesión en cuestiones de cuotas comerciales por parte de Europa”, sostiene el diplomático, con mesurado optimismo.

El pacto verde o la sostenibilidad medio ambiental que impulsa Europa, y que disparó reparos de este lado del mundo, siguen estando en medio de las discusiones, pero desde la Argentina dicen que podrían haberse encontrado algunas diagonales para achicar distancias, aunque sin revelar detalles. Tal vez en la frase de Milei podría encontrase alguna clave.

Los negociadores argentinos confían en que la formulación semántica del acuerdo permita superar (o disimular) diferencias. Una apuesta a las sutilezas del lenguaje diplomático, que no es el del Presidente. Por las dudas, nadie baja la guardia, aunque la expectativa de una firma del acuerdo antes de fin de año ilusiona al Gobierno. El efecto práctico sería a mediano y largo plazo, pero eso no le quitará valor simbólico (y propagandístico). “Volviendo al mundo”, podría ser otro eslogan de campaña.

La Cumbre del G20, el 18 y 19 del mes próximo, en Río de Janeiro, podrá ser un buen banco de pruebas para el nuevo interés de Milei por los asuntos internacionales más concretos. Sobre todo después de su actuación en las Naciones Unidas, en el rol de profeta libertario, más que de estadista, que lo puso enfrente de los países más respetados y al lado de los sospechosos de siempre.

Acá, tiene por delante avanzar con la “Ley hojarasca”, como se llama al nuevo superproyecto desregulatorio y el presupuesto 2025, sobre los que arranca otra vez desde el maximalismo. Lo anticipó el jefe de Gabinete. “Milei no le tiene miedo a nada y no le preocupa que el Presupuesto no se apruebe”, dijo Guillermo Francos en una entrevista con Infobae.

La renovada discrecionalidad que le daría una prórroga del cálculo de gastos e ingresos vigente, aprobado para 2023, competiría con la anomalía de no contar con un presupuesto aprobado durante dos períodos y la imprevisibilidad e inseguridad que esa temeridad generaría.

La semana de buenas noticias para el Gobierno apuntala la pretensión presidencial de ir por todo (otra vez) mientras trata, al menos, de ir por más. Se vienen nuevos capítulos.

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