Así emergió, y así llegará a su fin. Por siempre enemigo de las medias tintas, todo lo que rodea a Novak Djokovic ha sido siempre blanco o negro. No hay grises ni atisbos de indiferencia en una figura que ha construido su legendaria carrera en la batalla permanente. Y que ahora que atisba la recta final como jugador está convencido de trascender más allá de lo que ya es, el mejor de todos los tiempos, erigiéndose como el líder espiritual de todos los tenistas y sus reclamaciones.
Aspira a ello Nole, al que los trofeos no le sacian y también pretende reventar el engranaje del circuito. Entre bambalinas, juega un particular partido que va mucho más allá de lo puramente deportivo. Lleva haciéndolo desde la pandemia, cuando creó la Asociación de Jugadores Profesionales de Tenis (PTPA) en lo que fue un pulso en toda regla a los rectores actuales del tenis –ATP (hombres), WTA (mujeres) e ITF (federación internacional)-.
Un sindicato a través del que lleva años alzando la voz con unas proclamas sindicales más altruistas con el conjunto de los jugadores que las de otros grandes referentes del tenis (sin decirlo, Nadal y Federer), alineados con el Consejo de Jugadores de la ATP. Ese al que el serbio, tras presidirlo entre 2016 y 2020, renunció afirmando que no buscaba activamente velar por los derechos de los profesionales, independientemente del estatus de estos.
«Doble rasero y falta de trasparencia»
O lo que es lo mismo, Djokovic gritó al mundo eso de que el tenis es de los tenistas. Que como protagonistas que son les pertenece a ellos más que a nadie y que, por tanto, deben llevarse una mayor porción del pastel económico y acumular el poder de decisión. Y que todo lo que generan debe servir para ayudar a los jugadores más modestos, para lograr que cada vez más puedan vivir plenamente del tenis. Que los 400 que son, más o menos hoy en día según sus cifras, puedan ir más allá de sobrevivir. Y que sean más.
Un espíritu gremial que le ha reportado el apoyo de numerosos tenistas del circuito, y que ahora ha vuelto a salir a la palestra con otra reclamación, en este caso derivada de la gran polémica del último año. El caso de dopaje del número uno Jannik Sinner, fortuito y no sancionado según las asociaciones que rigen y castigan, en un proceso que no convenció a muchos actores, algunos por como se gestionó
Existe en el circuito un sentimiento de que las cosas no se hicieron bien, y de que pesó el estatus de los afectados por encima de cualquier otra cosa. Creen muchos que hay un doble rasero de los mandamases a la hora de juzgar casos de dopaje. Y que, después de que Sinner fuera exonerado tras su positivo por clostebol y de que Iga Swiatek recibiera una sanción de solo un mes, a los capos se les trata de una forma y a los demás de otra.
Financiación para los jugadores de menos ránking
«Show must go on», piensan muchos. El espectáculo debe continuar. Y Djokovic, era esperable, no se ha callado. «Yo solo cuestiono el funcionamiento del sistema y por qué algunos jugadores no son tratados de la misma manera que otros. El problema es la inconsistencia, es la transparencia», dijo Djokovic a principios de enero durante una entrevista con Eurosport en la que dejó bien clara su postura con el trato que recibió Sinner por parte de la Agencia Internacional por la Integridad del Tenis (ITIA).
«Nos han mantenido en la oscuridad con el tema de Jannik Sinner. No estoy cuestionando si tomó la sustancia prohibida de forma intencionada o no. Yo creo en un deporte limpio y que el jugador va a hacer todo lo posible por jugar limpio. Le conozco desde que era muy joven y no me pega que fuera a hacer algo así. Estoy muy frustrado, al igual que muchos de los otros jugadores, al ver que nos han dejado en la oscuridad durante cinco meses».
Y menos de un mes, la PTPA su PTPA, ha anunciado la creación de un nuevo plan, llamado Programa de Asesoramiento y Equidad para Atletas, que brindará a los jugadores apoyo externo en caso de que sean acusados de dopaje o corrupción. «Los tenistas profesionales están regidos por un sistema legal opaco y profundamente defectuoso que les impone una enorme carga a ellos en lugar de a los poderes en general», ha señalado el director ejecutivo del sindicato, Ahmad Nassar. «Los jugadores no pueden darse el lujo de esperar a que los órganos rectores intervengan; estamos brindando el apoyo que necesitan hoy».
«Este programa de la PTPA es el primero de este tipo en el tenis y garantiza un acceso equitativo a un equipo legal de primer nivel, independientemente de la situación financiera y los recursos personales de cada jugador», ha explicado en un comunicado el sindicato, que ha llegado a un acuerdo con los bufetes King & Spalding y Weil, Gotshal & Manges para esas asesorías. Y detrás de todo, está, como no, Djokovic. No era, de hecho, la primera vez que Nole se manifestaba en este sentido. Hace unos meses, en pleno US Open, sacudió el circuito con sus declaraciones. Porque sí, había varios tenistas que se habían pronunciado poniendo en duda esos procesos, pero ninguno de su estatus.
El caso de Tara Moore
«Casos como este son la razón por la que fundamos la asociación. El ‘ethos’ (de origen griego, algo así como los rasgos de una comunidad) de la PTPA es el jugador, representar al cien por cien los derechos de los jugadores y asegurarnos de cubrir todos los rincones posibles para que puedan vivir de nuestro deporte. Creo que hay que mejorarlo», introdujo, sabedor de la repercusión de lo que iba a decir. «Estamos hablando y trabajando sobre muchos temas. Creo que la PTPA aún no ha sido reconocida como nos gustaría, por muchas razones en las que no voy a entrar ahora», añadió como queja, antes de entrar en materia.
«Respecto a lo de Jannik, nosotros abogamos por protocolos justos y claros, y por un enfoque estandarizado de este tipo de casos. Entiendo la frustración de algunos jugadores por la falta de coherencia (refiriéndose a que el italiano pudo seguir compitiendo, pese a que la prueba antidopaje revelara la irregularidad en marzo). Según tengo entendido, su caso se resolvió básicamente en el momento en que se anunció, pero creo que pasaron cinco o seis meses desde que le dieron la noticia a él y a su equipo».
Creía entonces, y sigue creyendo Djokovic que se falló en todo. En el fondo, y sobre todo en las formas. «Hay muchos problemas en el sistema. Vemos falta de protocolos estandarizados y claros. Puedo entender el sentimiento de muchos que se preguntan si se les trata de la misma forma. Esperemos que los rectores de nuestro deporte puedan aprender de esto y mejorar de cara al futuro. Creo que colectivamente debe haber un cambio, eso es obvio», incidía.
«Ha habido casos similares, iguales o casi iguales que no han tenido el mismo resultado, y ahora la cuestión es si se trata de los fondos, de si un jugador puede permitirse el lujo de pagar una cantidad significativa a un bufete de abogados para que lleven su caso de una forma más eficiente. No lo sé. Creo que es algo que debemos investigar colectivamente», planteaba, dejando caer lo que tenía en mente y recordando casos como el de Tara Moore, que en diciembre de 2023 fue absuelta por el TAS de una sanción de dopaje en tras 19 meses de juicios en los que fue suspendida de forma provisional.
«La lucha por demostrar mi inocencia me dejó una deuda de cientos miles de dólares y una angustia emocional abrumadora. Tengo la esperanza de que con este programa ningún jugador tenga que enfrentarse a estos desafíos solo, especialmente en casos que involucran problemas de integridad. Todos los jugadores merecen la oportunidad de defenderse sin temor a la ruina financiera o emocional», ha publicado Moore en su Instagram, alabando la medida de la PTPA. Ahora, meses después del caso Sinner, Djokovic ha empezado a dar forma a su obra. Y los estratos bajos del circuito están con él.