Colin Barrett (1982) nació en Canadá y vive en Dublín , pero cada vez que se sienta a teclear, sus dedos y su cabeza viajan invariablemente a Knockmore, minúsculo villorrio irlandés que, según Google Maps, es poco más que una calle, un pub y unas cuantas casas arrojadas al azar aquí y allá. Pueblo pequeño, infierno grande y toda una carrera literaria construida alrededor de unos pocos metros cuadrados. Así fue en ‘Glanbeigh’ y ‘Morriña’, colecciones de relatos desesperadamente humorísticos y salpicados de gótico rural con los que ha entretenido la última década, y así es ahora que se ha estrenado en la novela con ‘Casas de locos’ (Sajalín).
“Es divertido, porque me acaban de dar el Premio Nero al mejor debut de ficción cuando, en realidad, es mi tercer libro”, saluda el irlandés, probablemente también el menos ‘negro’ de los autores que han pasado este año por BCNegra. “Vale, sí, hay un secuestro, pero luego tienes a Dev, que tiene que seguir cocinando y yendo a la tienda a comprar salchichas. Son todos como padres que cuidan a su hijo”, explica Barrett a propósito de una novela que echa a rodar, a tropezar más bien, cuando unos matones de tercera secuestran al hermano de un traficante de poca monta y lo encierran en casa de su primo.
“Escribí ese primer capítulo en 2015 y ya sabía que no era un cuento, pensaba que había algo ahí que podría convertirse en la semilla de una novela”, recuerda. Lo que nació y creció a partir de ahí no fue una novela criminal al uso, sino un relato negro aliñado con el gris paloma de la rutina. Forcejeo y secuestro por la noche, desayuno y lavavajillas por la mañana. “El mundo puede acabar y aún así tendrás que levantarte y preparar el desayuno. No se puede escapar de las rutinas domésticas, ni siquiera en una novela policiaca”, ironiza.
Colin Barrett, escritor irlandés, participa en el encuentro literario BCNegra 2025. / Irene Vilà Capafons
Crimen y castigo
En ‘Casas de locos’, es el introvertido y desamparado Dev quien bate huevos y recoge los platos rotos mientras los hermanos Ferdia, aprendices de gángsters, ven la tele y entrechocan botellines de cerveza con Doll, a la postre el secuestrado. Un día cualquiera en Ballina, paraíso del salmón e infierno tibio para unos personajes sin ancla ni freno de mano. “Siempre me ha interesado escribir sobre personas en los márgenes, sobre la marginalidad entre líneas. Supongo que por eso siempre acabo volviendo al crimen y la coerción”, explica. Se refiere el irlandés a un microcosmos como el de ‘Tranquilo entre caballos’, relato que saltó al cine con el título de ‘Mantén la calma’ y en el que entrelazaba los destinos de un exboxeador y su hijo autista al de una familia de criminales y traficantes.
Barrett, distinguido cronista del arroyo y voz periférica de ese condado de Mayo que también ha visto triunfar a Sally Rooney y Faith Hogan, se maneja con soltura entre perdedores, secundarios de sus propias vidas, y tipos en diferentes, casi siempre avanzados, estados de embriaguez. “Quiero que las vidas de mis personajes tengan dignidad, incluso si son criminales; a pesar de que no sean muy agradables ni demasiado prometedores. Hay que escribir sobre ellos como si estuvieran vivos y tuvieran un propósito. ¿Hay algún consuelo que puedan encontrar en su vida”, reflexiona. La respuesta, de haberla, estaba en cuentos formidables como ‘Quienquiera que seas, adelante’, ‘Anhedonia, ahí voy’, y ‘Los Alp’, y está ahora en esta ‘Casas de locos’ que se quedó a las puertas del Premio Booker 2024.
Colin Barrett posa en un hotel de Barcelona. / Irene Vilà Capafons
Vidas interiores
Para Colm Tóibín, mentor de Barrett en un programa de tutelaje creativo, si algo se le da bien a su pupilo es “dotar de vida interior a borrachos irlandeses muy violentos”. “Es el gran regalo de la ficción, poder acceder ahí dentro”, replica Barrett. “Podemos estar con ellos y descubrir por qué son cómo son. Si te encuentras a alguien así en un bar es probable que quieras alejarte lo máximo posible, pero en la ficción estamos a salvo”, añade.
Hijo de las sucesivas crisis que han azotado Irlanda en las últimas décadas, Barrett ha vivido también en primera persona ese esplendor en el que vive instalada la literatura de su país desde hace años. Una bonanza que, asegura, nació de los escombros y la miseria. “Mucha gente culpa a la recesión y al colapso financiero de 2008, porque entonces todo se derrumbó en Irlanda y la gente inteligente salía de la universidad y ya no había trabajo. La teoría es que fue entonces cuando todos empezaron a escribir», recuerda.
También él dejó su trabajo como comercial de Vodafone en aquella época y publicó su primer relato, ‘Let’s Go Kill Ourselves’, poco después. Y, de momento, mal no le ha ido.